2 ene CI.- Todo empezó el 18 de octubre de 2019. El alza de las tarifas del metro fue la ‘gota que rebosó el vaso’, la población chilena se solidarizó con los y las estudiantes para exigir cambios: pensiones justas, trabajos formales, salud pública, educación gratuita y de calidad. El país de Nuestra América no solo se cuestiona su Constitución, sino a un modelo económico y político llamado neoliberalismo.

Chile ha experimentado una de las dictaduras más sangrienta que golpearon el continente latinoamericano: 28.259 fueron las víctimas de secuestro y tortura durante el gobierno del dictador Augusto Pinochet (1973-1990). De estos, 2.298 fueron asesinados y 1.209 desaparecidos. Muchas de estas historias aún no se investigan pues la justicia se rige por el antiguo código de procedimiento penal, creado durante la dictadura; se mantienen secretos los documentos, testimonios e información básica proporcionados por las víctimas de la época.

El Estado chileno es el resultado de intereses y acuerdos que toman sus raíces al interior de un conflicto: la dictadura militar. Es un “Estado político”, porque no busca detener el conflicto sino que, al contrario, busca administrarlo, incorporarlo. “Un Estado centralista, librecambista, asistencialista, centrado en la búsqueda de consensos para el statu quo, y que se vincula con los sectores sociales a través de la burocratización de la política y vaciamiento de lo político y que en última instancia siempre se ha impuesto desde las armas1.

Cuando al final de los años 80 el gobierno dictatorial empezaba incomodar éticamente a las empresas y al libre comercio, la “transición a la democracia” pudo resolver esta “incomodidad”. Sin embargo esta transición nunca supo vincular a los movimientos sociales los cuales lucharon siempre contra la dictadura.

No es un caso aislado, de hecho, que las protestas actuales en Chile hayan sorprendido a la clase política tradicional. “Esta situación es reveladora de la escisión y la distancia de la política para y con la sociedad, del “desacoplamiento” de lo social y lo político, base sobre la cual se organizó la transición a la democracia, que excluyó y subordinó a los movimientos sociales que lucharon en contra de la dictadura”, explica Mario Garcés, historiador chileno.

“Este fue de algún modo, el resultado de la adaptación de la centro izquierda (demócratas cristianos, socialistas y del partido por la democracia) a la Constitución de 1980 y al modelo neoliberal. La primera adaptación a la Constitución del 80 condujo a la “elitización” u “oligarquización” de la política; la segunda adaptación, al modelo neoliberal, condujo a la “mercantilización” de la vida social. En este contexto, tanto la derecha, por razones obvias, como la centro-izquierda se asimilaron a las lógicas neoliberales, mejoraron sus ingresos (especialmente los parlamentarios y altos funcionarios públicos) y vaciaron progresivamente la política de contenidos ideológicos2”.

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Mercantilización de la democracia

Transformaron el concepto de cosa pública en lógicas de mercado, “creando una legitimidad que a la élite y a la sociedad le permitió vivir una apertura que funcionó, como diría Gramsci, como una democratización pasiva desde lo alto. […] Pero, como el mercado responde a lógicas del mercado y no de lo público, bastaba el devenir de una variación de las variables macrosociales (como lo llaman los expertos) para develar la fragilidad de dicho pacto social”3.

Es así que se llegó a que el 1% de la población chilena, se lleve el 30% del Producto Interno Bruto -PIB-, cuando el restante 99% de la población tenga que trabajar para que el 1% pueda seguir otorgándole créditos.

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Estallido de sistema

“Estos son tiempos de una crisis planetaria de la civilización mundializada y sus principales contradicciones son la relación de explotación entre el humano y la naturaleza y la del humano por el humano, entendida como equilibrio biótico y sistémico de un conjunto completo de elementos”, asegura la publicación Genealogía de una crisis.

Igual, es muy difícil por los detentores del PIB, a nivel mundial, de deshacerse de este sistema. Eso significaría perder los privilegios que estas personas mantienen desde mucho tiempo. Pero ya tienen estrategias para no perderlos. Hay varias maneras para distraer la opinión pública de la base del iceberg del problema. Una de estas es la “personificaciones” de los problemas. Fue fácil, durante los últimos años 40, personificar a la figura de Adolfo Hitler (Alemania) o Benito Mussolini (Italia) con el nazismo o el fascismo, e incluso al final de los 80, personificar la dictadura chilena en la figura de Pinochet.

El problema de personificar la crisis

La población se concentra sobre una persona, pensando que esta persona es la causa del problema, y una vez eliminada, este va desaparecer. Es lo que pasa hoy en día en Chile con la figura de Sebastián Piñera. Es “el hombre” a eliminar. Es el que exacerba la represión, que impide los cambios queridos en Chile. Y no son solos los chilenos a decirlo, las ONGs como Amnesty International, o Human Rights Watch, los países europeos, como Alemania, los organismos internacionales, como Naciones Unidas también lo expresan al publicar sus informes.

Sebastián Piñera ya es incómodo como lo fue para el fin de su época el general Augusto Pinochet. Piñera está impidiendo que las protestas se calmen y eso provoca que, además de continuar con las violaciones a los derechos humanos, el sistema neoliberal no funcione, y las ganancias para las empresas se frenen o caigan.

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Imma Guerras-Delgado, líder de la delegación de Naciones Unidas que se presentó en Chile entre el 30 de octubre y el 22 de noviembre de 2019, fue muy clara en ese sentido el día que presentó a la prensa acreditada en las Naciones Unidas de Ginebra, Suiza, el Informe publicado por la delegación de la Oficina del Alto Comisionado –Acnudh- el ‘Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución es la solución’. Un acuerdo que, según ella, debe ser “participativo e inclusivo”.

Sin embargo, los movimientos sociales que ya se expresaron en respecto al Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, no lo definieron en ningún momento como inclusivo o participativo, denunciando la exclusión en la decisión del texto.

Según Juanita Aguilera, presidenta de la Comisión Ética contra la Tortura -Cect-: “La derecha está resguardando a que nada se cambie. Todo eso lo hicieron a espaldas del movimiento social, nadie del movimiento social fue incluido en estas decisiones. Fue un acuerdo a altas horas de la madrugada, sacaron el comunicado cuando toda la ciudadanía estaba durmiendo, mientras la represión no ha parado”.

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1 Geanologia de una crisis, Instituto Patagónico de Estudios Culturales, Cristian Cepeda Oropesa, Ricardo Perez Abarca, Silvio Reyes Rolla.

2 Octubre de 2019: Estallido social en el Chile neoliberal, Mario Garcés.

3 Geanologia de una crisis, Instituto Patagónico de Estudios Culturales, Cristian Cepeda Oropesa, Ricardo Perez Abarca, Silvio Reyes Rolla.

CI ER/JA/02/01/2019/19:00