24 jul CI.- El pasado 20 de julio más de cien personas organizadas en el Movimiento de las Víctimas de Crímenes de Estado -MOVICE- se sumaron, por décima vez consecutiva, al desfile patriótico de la ciudad de Aguachica (Cesar) para visibilizar los crímenes del Estado que todavía no han sido reparados. Obras de teatro, galerías en la plaza central de la ciudad y testimonios de las víctimas, hicieron el contraste al desfile de los ‘Héroes de la Patria’. *Por Charlie Satow

Un recorrido ‘independiente’

En medio de familias enteras que se encontraban en el centro de esta ciudad, Chayo Moreno, madre de un hijo asesinado y otro desaparecido, además de ser fundadora de la Marcha de las Víctimas de Crímenes del Estado en Aguachica, manifestó : “Hoy es un día de lucha, de ira, de rebeldía”.

Los participantes gritaron consignas como “Ni perdón ni olvido, castigo a los asesinos” y “Somos semilla, somos memoria, somos el sol que renace ante la impunidad”, y recordaron los nombres de sus seres queridos ausentes, cuyas fotos también llevaron impresas en camisetas y pancartas.

Siguiendo las carrozas de los bomberos voluntarios y la Defensa Civil Colombiana, fueron recibidos por el público con un silencio respetuoso y en algunos casos un aplauso espontáneo; Henry Alí Montes, alcalde de Aguachica, les concedió unas palabras al final de la presentación general, pero éstas quedaron aparte de las festividades oficiales.

En la jornada, la culminación del desfile de las víctimas, como en los últimos cuatro años, fue una obra de teatro realizada por la corporación artística ‘Phersulogia’. Este año representó la violencia y sus efectos sobre las víctimas frente a la indiferencia de la población, de modo que el público también participaba en la obra. La violencia, personificada, mantenía a cuatro víctimas atadas por tiras de material rojo, y las manipulaba mientras pedían ayuda desesperadamente al público al mismo tiempo que contaban sus historias de violación, desplazamiento y desapariciones extrajudiciales (falsos positivos).

Leslie Gisele Carbonell Quintero, una de los intérpretes, cuyo tío Ismael Quintero Díaz fue asesinado en un caso de desaparición extrajudicial en 2008, ve en el arte “una manera de volver sensibles a las personas para acabar con la indiferencia, que es uno de los mayores problemas en el territorio [porque], a veces el hecho de ser víctimas en este territorio es un motivo de estigma y exclusión ”.

Pareció funcionar, la obra acabó en escenas sumamente conmovedoras, cuando víctimas reales, incluso algunos que no había participado en la marcha, socorrieron a los intérpretes, los abrazaron y lloraron con ellos.

Al finalizar la tarde, el colectivo hizo una exposición en la plaza central de Aguachica junto con las víctimas, en la que algunas madres de personas desaparecidas y asesinadas tenían la oportunidad de presentar retratos de sus familiares al público.

Leslie reconoció que tales actividades pueden reabrir heridas muy dolorosas, pero ve en ese sentimiento la semilla de la resistencia. Contesta que “es necesario sentir el dolor para, seguir reviviendo la memoria, seguir motivando la lucha por la justicia”.

Diez años de resistencia

La primera marcha en Aguachica de las Víctimas del Estado tuvo lugar en 2007, pocos meses después de que Chayo había perdido el segundo de sus hijos, Marlon Peña, quien según Moreno: “Salió un día y nunca regresó”. Chayo decidió salir con una pancarta el día 20 de julio “para hacer protesta, porque aquel día a los policías y a los soldados les hacían homenajes, a ver si de pronto alguno podría decirme dónde podía encontrar a mis hijos”.

A pesar de los intentos de agentes militares para sacarla de la procesión, Chayo siguió aquella vez, como las siguientes, hasta el final; ha repetido la actividad año tras año con otras madres afectadas y, hoy en día, además participan asociaciones de víctimas del Sur de Bolívar y otras organizaciones solidarias, nacionales y internacionales.

César y Bolívar son departamentos que históricamente han sido fuertemente golpeados por la violencia que alcanzó su mayor intensidad desde los años noventa hasta el año 2008. Un desplazado, ahora coordinador de la mesa municipal de participación efectiva de las víctimas en Gamarra (César), explicó que en la región “la victimización fue múltiple […] hay homicidios, desplazamiento forzado, desaparición forzada, secuestro y tortura, violaciones sexuales; en fin, una cantidad de atrocidades y violaciones de derechos humanos que, perpetraron estos victimarios y, todavía persisten hoy en día”.

Además de justicia por sus muertos, los movimientos de víctimas también están reclamando programas de generación de empleo, educación superior y vivienda. Reconocen que el progreso ha sido “lento” pero están resueltos a seguir luchando, “haciendo propuestas, tratando con lo poco que nos brinda la ley, para realizarlas y lograr que las víctimas gocen de esos derechos”.


*Charlie Satow es colaborador para Colombia Informa desde Bogotá

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