23 may, CI.- Más de 23 mil trabajadoras sexuales hacen vida en Bogotá y Marianis es una de ellas. Huyendo de lo que creía penurias, dejó su natal Valencia (ciudad venezolana) para verse enfrentada con la dura realidad de tener que trabajar sexualmente y así cumplir sus expectativas de brindar un apoyo económico a su familia allá en Venezuela y sobrevivir en un país como Colombia.

Marianis es luchadora por herencia y risueña por naturaleza. Creció en la Revolución Bolivariana y su temple lo heredó de sus padres. Tiene 32 años, es madre de dos hijos, de dos y cuatro años. Enviudó recientemente. Sus ojos son color miel y su mirada es seductora. Sus manos se deslizan en medio de sus cabellos negros que llegan casi hasta su cintura. Su altura no supera los 1,65 m. Proporcionalmente está “bien dotada”, según dice ella. Con una sonrisa picarona espera a un cliente en una de las esquinas del barrio Santa Fe, en la capital colombiana.

Ella recuerda cómo su vida dio tantos giros para terminar siendo una de las más de 300 personas con nacionalidad venezolana viviendo en el “pequeño infierno”, nombre que le asignó a este barrio a los dos meses de haber llegado. Fue testigo de cómo sacaban muerta a una de sus amigas. “Aquí reina el silencio, la memoria y el olvido, nadie sabe nada”, comentó mientras observaba el sitio donde suele trabajar. Después de un momento guardó silencio y a lo lejos su mirada se perdió en las calles, en las personas, como si pudiera ver reflejado los secretos que tenía su corazón.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas –ONU- Colombia es el principal país receptor de migración venezolana. Las cifras ascienden a un 32% de migrantes venezolanos, del total internacional.

Según la Gran Encuesta Integrada de Hogares –GEIH- del Departamento Administrativo Nacional de Estadística –DANE- venezolanos y venezolanas representan el 92,4 % del total de extranjeros en Colombia de los cuales el 50.23% son mujeres y 49.77% hombres. En noviembre de 2019, el 20,7 % de ellas y ellos vivían en Bogotá.

Estas altas cifras hablan de miles de personas que salieron de su país a raíz de la crisis ocasionada por el bloqueo económico que mantiene Estados Unidos contra la nación bolivariana. Muchas aspiraban a tener la vida que los medios hegemónicos patrocinan en Colombia. Pero esto no se corresponde a la realidad.

Asentamientos humanos en Bogotá, habitados en su mayoría por personas de nacionalidad venezolana

El éxodo hacia el pequeño infierno

Un día la joven valenciana decidió alistar sus maletas, limpiar sus lágrimas al saber que dejaría por un tiempo a sus hijos de tan corta edad y a su mamá, quien le enseñó a luchar. Era el momento de ir en búsqueda de una “mejor estabilidad económica” y decidió que Colombia sería su destino. Según los canales de televisión colombianos que con tanto empeño veía a diario, el país gozaba de grandes oportunidades laborales y económicas para todas las personas. Un paraíso tropical.

A lo lejos ella se confundía con el río de personas que buscaban cruzar el Puente Internacional Simón Bolívar, ubicado entre Cúcuta (Norte de Santander, Colombia) y San Antonio (Táchira, Venezuela).

Ella no contaba con la documentación requerida por migración para ingresar. Aun así avanzaba con la esperanza de que no la revisarían. Fueron minutos que se le hicieron eternos. Avanzó esperando cruzar la frontera sin ningún problema. Y así fue, pasó desapercibida para los entes de control.

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El falso “sueño americano” en Colombia

El bajo crecimiento económico de Colombia es una de las principales causas del desempleo que desde el 2016 ha registrado una tendencia al alza.

En marzo de este año el desempleo a nivel nacional aumentó hasta 12,5%, a raíz de la pandemia ocasionada por la Covid 19 y el Aislamiento Obligatorio decretado por el Gobierno. Esto ha superando la cifra del año pasado, cuando se ubicó en el 10,8% para la misma fecha, según el DANE. Este aumento del 1,8% es el más grave de los últimos 10 años.

En el rango de personas que se encuentran entre los 25 y los 54 años de edad, se presentaron 564.000 casos de mujeres desempleadas y 354.000 hombres en la misma situación (lo cual refleja la relación existente entre las variables género y desempleo).

Al llegar a Colombia, la ciudad de Cúcuta fue la primera parada para Marianis. Allí encontró miles de connacionales amparados por la sombra de las palmas y techos de los principales parques, en donde dormían. ¿Dónde estaba la mejor calidad de vida que les prometieron por televisión?

Marianis sobrevivió allí 15 días. Pese a todos los esfuerzos que hizo por conseguir trabajo, no lo logró. Según el DANE, Cúcuta es la segunda ciudad que mayor tasa de desempleo registró en este primer trimestre del año (19.8%) y también la que tiene el mayor índice de informalidad laboral (71,4%).

Desesperada y sin cumplir aún con sus expectativas de un “mejor futuro”, decidió hacer una llamada que daría un giro a su vida, tal vez para siempre. Al comunicarse con una de sus amigas venezolanas que llevaban un tiempo en las calles frías de Bogotá, esta le ofreció un puesto como trabajadora sexual.

Quizá sin pensarlo en su totalidad, tomó la decisión. Más de 15 horas de camino le esperaban para llegar a la capital de Colombia.

Entrando a la caldera

Según un estudio realizado por el Concejo de Bogotá, para el 2019 en la ciudad habían alrededor de 23.000 mujeres trabajadoras sexuales. La localidad de Santa Fe es una de las principales zonas pues allí se concentran más de 1.000. Ese mismo Concejo afirma que una de cada tres trabajadoras sexuales en Colombia es venezolana.

En 2017 la Secretaría Distrital de la Mujer y el Observatorio de Mujeres y Equidad de Género de Bogotá presentaron un informe en donde entrevistaron a 2.758 personas que se dedican al trabajo sexual, siendo el 37% de esta muestra jóvenes venezolanas de entre 18 y 25 años. De esta cifra, el 54% terminó el bachillerato y 33% la universidad.

Este mismo informe señaló que el 70% de estas mujeres son agredidas físicamente y 91% de manera verbal.

“Más del 60% de mujeres venezolanas dedicadas a la prostitución no se encuentran afiliadas a un sistema de salud, de ellas, las afiliadas al régimen contributivo no alcanzan a hacer ni el 33% y el 60% está en el régimen subsidiado”, señaló Carlota Almeciga Romero, Directora de Gestión del Conocimiento de la Secretaría de la Mujer.

A pesar de que en Colombia el trabajo sexual no es ilegal ni está penalizado según la sentencia T-629 de 2010 de la Corte Constitucional, tampoco goza de derechos ni beneficios como otros trabajos.

Sin embargo, muchas de las personas (en su mayoría mujeres) que llegan a Colombia esperando tener “un futuro mejor” se encuentran con la cruda realidad de un país que no brinda garantías de ningún tipo para los sectores más vulnerables, dentro de los cuáles se encuentra por supuesto la población migrante.

La presencia de mujeres venezolanas en el barrio Santa fe ha ocasionado fuertes episodios de xenofobia y segregación por parte de mujeres colombianas que también ofrecen servicios sexuales en esa zona. Este barrio se ha sectorizado por fronteras invisibles que establecen zonas de trabajo para travestis, transexuales, homosexuales, mujeres jóvenes, adultas, colombianas y venezolanas.

Hace más de un año Marianis llegó a hospedarse a un “hotel” que es a la vez su escenario de trabajo. Con mirada triste, contemplando el cielo y hablando como si tuviera un nudo en la garganta, dice que jamás pensó tener que llegar a ser parte de las miles de mujeres venezolanas que ejercen el trabajo sexual en toda Colombia.

Con su voz entrecortada cuenta que “en este lugar hay una seguridad que no conocemos, pero que vela por el bienestar de nosotras”. Según ella, al hombre que se ponga de “abusivo” le va mal, pues solo debe gritar y enseguida llegan los de “seguridad” a defenderla. El cliente se va con una desagradable experiencia.

Entre ellas mismas también se cuidan. Ya sean llamándose, escribiendo mensajes de texto o tomándole foto a la placa del carro que viene por “un servicio”. Marianis poco sale de su sitio de trabajo por una mala experiencia que tuvo con un cliente, el cual se aprovechó de su poco conocimiento en la ciudad y le dio varias vueltas en su carro, llevándola lo más lejos posible para poderla abusar.

En lugares como aceras de una calle, esquinas o bares de paso, manejan un precio igual entre sus clientes. “O bueno, si el cliente se ve que tiene plata se le cobra un poco más”, dice Marianis con una sonrisa agridulce. Recuerda otras experiencias que la han marcado y la han llevado a trabajar solo en horas del día, debido a redes de prostitución que obligan a venezolanas a trabajar en diferentes burdeles.

“Además porque en horas de la noche es más peligroso y el infierno se hace más evidente”, dice ella mientras mira pasar a unos muchachos con sus pipas de crack en la mano.

“Hay días en que una se siente, sola, vacía y triste. Pero mis hijos son mi motor para luchar”, afirma mientras mira una foto de ellos en su celular. Recuerda su natal Valencia, donde ellos están con su mamá. Los sueños de seguir estudiando criminalística mientras trabajaba en un centro comercial quedaron atrapados en eso, en recuerdos de lo que ahora se había convertido en una historia sin un buen final.

Marianis salió de Venezuela con la idea que muchos salen: que en los demás países de Suramérica la situación económica, política y social es un ensueño. Hay comida y techo para todas y todos. Sin embargo, con o sin quererlo deben pasar por Colombia, uno de los países más desiguales del mundo, con un contexto histórico de conflictos armados y altas cifras de violencia contra las mujeres.

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Sin pasaporte en el infierno

Sonaron unas sirenas que estremecieron la calma de Marianis. En la carrera 22 con la Avenida Caracas, muy cerca a donde ahora trabaja, dos ambulancias pasaban con prisa. Tal vez iban hacia el Hospital San José, uno de los más antiguos de Bogotá y más cercanos de allí.

Según ella deben estar muy precavidas con la policía porque muchas veces les ha tocado correr y esconderse de ellos cuando hacen operativos sorpresa. Si alguna de ellas es capturada estando indocumentada, se sumarían a los miles de venezolanos y venezolanas que han tenido que sufrir el drama de la deportación. O peor, podrían ser desaparecidas.

Antes de terminar la entrevista el cliente que Marianis estaba esperando llegó. Se paró en la esquina de la calle del frente. Ella lo supo, era el momento de trabajar. Antes de marcharse contempló las nubes que estaban a punto de estallar, sintió un escalofrío y recordó el calor de Valencia y lo comparó con las calles frías y estridentes de Bogotá.

Decidió pasar la calle. Saludó a algunas de sus compañeras de trabajo, y se miró al espejo. En él, vio el reflejo de una mujer que trae consigo la experiencia de sobrevivir en el “pequeño infierno”.

Repatriación: la opción para las y los venezolanos varados en un paraíso que nunca fue

En esta crisis sanitaria mundial, según la Cancillería de Colombia, más de 50.000 migrantes han retornado a Venezuela. Se han quedado sin trabajo y han sido desalojados de los lugares donde vivían por no poder conseguir dinero para mantenerse.

Colombia no ha sido del único país desde donde han retornado a su patria. El Gobierno Venezolano habilitó desde comienzos de mayo vuelos humanitarios, en una nueva fase del Plan Vuelta a la Patria, enmarcado en la crisis sanitaria a causa de la pandemia por la Covid-19.

El Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, informó que se dispuso de una flota de 24 aviones “para que vayan a Chile, Perú, Ecuador y a donde haya que ir para buscar a los venezolanos y venezolanas que están huyendo desesperados de esos países por el coronavirus y el ‘corona-hambre’”.

Según el Viceministro venezolano de Exteriores para América Latina, Rander Peña, para activar estos vuelos se requirieron “distintas coordinaciones” con los Gobiernos de la región y “grandes esfuerzos” por parte de Caracas.

Venezolanos retornando de Perú y Ecuador gracias a la gestión del Gobierno Venezolano

Venezolanos retornando de Perú y Ecuador gracias a la gestión del Gobierno Venezolano

En Venezuela actualmente se presentan casi 1.000 contagios a causa de la pandemia. En Colombia van 20.000. Mientras acá optan por desalojar a personas de sus viviendas en plena crisis sanitaria, allá les abren nuevamente las puertas de su país.

CI AR/PC/24/05/2020/11:36