El 21 de enero de 1987 murió Graciela Rincón Calcaño en Caracas, Venezuela, mejor conocida por su seudónimo Egle Mediavilla.

Fue una gran exponente de la literatura Venezolana, narradora, autora dramática, poetisa y articulista. Perteneció a la dinastía de los Calcaños y reconocida por ser la autora de la letra del himno de la virgen de Chiquinquirá, patrona religiosa del Estado Zulia en Venezuela.

Rincón nació en Maracaibo en 1904, ahí vivió su infancia y desde muy pequeña mostró interés por la literatura, fue así como a los ocho años escribió su primer verso, el cual fue el inicio de su gran vocación literaria.

La poetisa venezolana fue simpatizante con la Revolución de Octubre del año 1945, fue agregada Cultural de la Embajada de Venezuela en Cuba y Haití, fue partícipe de las acciones que se llevaron a cabo para la obtención del voto femenino en Venezuela. Realizó varias obras literarias que fueron aplaudidas y galardonadas, recibiendo en el año 1940 el primer premio del concurso de La Asociación Cultural Interamericana por el poema Al Amor de la Tierra, en 1942 el primer premio con motivo de la Coronación de la Virgen de Chiquinquirá con el Himno oficial a la Virgen, entre otros.

Escribió un número significativo de libros, entre los que se encuentran sus poemarios como Canto de Maracaibo (1939), el libro en prosa Raudal (1941), Clamor (1942), El Amor de la Tierra (1949) y Trashumante; cuentos como los ensayos Venezuela dentro de la órbita soviética (1945) y Realidades Dominicanas (1945).

 

Poema de medianoche, de Trashumante

Ahora corre el silencio como gota de agua
sobre muro de piedra insensible al sonido,
como rayo de luna sobre un lago sin ondas,
como aroma de nardos enredado en la brisa,
es la hora del alma que sufre en el desvelo,
la hora de las lágrimas, de las evocaciones,
la hora en que se espera la llegada del alba
para que se disuelvan los difusos fantasmas
de seres y de cosas ya muertos y extinguidos. 

Hora de media noche sin cantos ni campanas,
de almohadas empapadas de sudor y de llanto,
muda angustia se tiende sobre todas las cosas;
el sueño huye cobarde de los ojos cansados;
una voz misteriosa nos murmura al oído
frases que se apagaron en bocas ya cerradas,
en vano procuramos entender sus razones,
ya no tienen vigencia, ni importancia, ni ruido,
aunque el alma se esfuerce por captar su sentido.

Mi poema se alza sobre toda tortura,
sobre todo silencio, sobre toda tiniebla,
y da sus balbuceos como dan los segundos
sus «tic-tacs» desolados en la noche vacía;
no hay quien los escuche, pero ellos se deslizan
corriendo en el silencio como gotas de agua
sobre un muro de piedra.