3 oct. CI.- La filosofía popular dice que no se está muerto hasta que se deja de ser recordado. A Enrique Buenaventura (1925-2003) lo mantiene vivo su eterna enamorada Jacqueline Vidal, quien transmite en cuerpo y espíritu el legado innegable de su esposo en cada función, actuación y escenografía de las obras teatrales que dan vida a las escrituras del gran Buenaventura. Y todo desde el Teatro Experimental de Cali.

El Teatro Experimental de Cali -TEC-, que en sus inicios se llamaba Teatro Escuela de Cali, fue fundado en 1955 por el poeta y dramaturgo caleño Enrique Buenaventura y un grupo de estudiantes del Instituto Departamental de Bellas Artes.

El TEC anda de gira nacional este año. Ya han estado en Bucaramanga, la Costa Atlántica y ahora Cúcuta. Es la cuarta vez que visitan la ciudad y aquí presentaron sus obras A buen entendedor, en el Teatro Zulima, y La verdad y la mentira, en el auditorio de la Universidad Francisco de Paula Santander.

Ubicado en la Calle 7ma con Carrera 8va en el Barrio Santa Rosa (detrás de una fachada de ladrillos y una puerta metálica), el TEC es un colectivo que reúne músicos, bailarines, actores, dramaturgos y estudiantes comprometidos en la creación colectiva. Allí se desarrolla un método en el que todos los participantes de las obras (incluyendo al público) se involucran en su montaje y escritura.

Aunque fue Buenaventura el escritor y director de la mayoría de los textos, la creación colectiva se hace presente en el revestimiento desde lo artístico y estético de sus escritos. El resultado son las representaciones teatrales que combinan estos tres elementos tan perfectamente que hacen sentir una revolución en el teatro latinoamericano.

Una colombiana que nació en Francia

Tras la muerte de Buenaventura, Jacqueline Vidal (quien se define como francesa de nacimiento y colombiana por convicción) asumió el manejo del legado literario que dejó el artista: “Buenaventura fue a Francia y me raptó en el año 60. Soy caleña porque vivo en Cali desde el año 61”, cuenta.

El recorrido artístico de Jaqueline abarca un sinfín de experiencias. A los nueve años dirigió su primera obra en la que, además, tuvo que hacer el papel de hombre pues estudiaba en un colegio de sólo mujeres y ella era la más alta.
Su familia consideraba que las artes escénicas “no generaban muchos ingresos”, así que en la universidad estudió Literatura Española, Literatura Comparada y Lingüística.

En mayo de 1960 los estudiantes franceses desafiaban al mundo y las clases obreras alzaban su voz. Jacqueline, cansada de la mirada patriarcal con la que se contaba la historia, había puesto sus ojos en personajes como Ho Chi Minh y su idea de una sociedad libre y pensamiento anticolonial.

Por esa época el caleño Enrique Buenaventura fue invitado por el Teatro de las Naciones, de París,Francia, a presentar dos de sus obras. Ahí se conocieron. Jacqueline asistió a una de las obras que presentaba el caleño en el Teatro más importante de la capital francesa. Encontrar a alguien que amara el teatro tanto como ella fue lo que los unió.

“Toda la obra del TEC de Enrique Buenaventura desde hace más de 60 años toca esos temas de una forma que todavía hoy en día la gente dice que es muy atrevida. La última obra en la cual estaba trabajando Enrique, que no pudo terminar de escribir, se titula Los dientes de la guerra, y se centra en la guerra civil en Colombia desde la conquista hasta hoy”, comentó Vidal.

Para terminar esta pieza, tuvieron que estudiar los contextos históricos y juntar testimonios. Dos años más tarde cobró vida. “Después de que se dieron los Acuerdos de Paz hemos tenido una orientación muy interesante porque hemos estado hablando con los de las veredas (Zonas Veredales de Transición). Hicimos la obra allí. Ahora estamos pensando hacer otra a partir de Los dientes de la guerra, que se llamaría Cuánto cuesta un ideal, y actuarían personas de las veredas”, afirmó Jacqueline.

El TEC abre sus puertas a todos aquellos que por medio del teatro quieran expresar su propia cosmovisión, ya sea por medio de la actuación o en la escritura de sus obras. Pero siempre creando escenarios que logren que el público reflexione y tome consciencia de sus propias problemáticas.

Presentar estos eventos en una ciudad como Cúcuta, donde se carecen de espacios y escenarios para este tipo de expresiones culturales, es dar un paso hacia adelante en términos de culturización y conocer un público diferente que apoya al arte como una herramienta de construcción de paz.

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