14 jul. CI.- Casi como un cuadro exacto de la realidad colombiana, la película ‘Perder es cuestión de método’ del director Sergio Cabrera y estrenada en el año 2005, plasma de manera incuestionable  el pasado, presente y futuro de una sociedad que establece como principio de vida el oportunismo y arribismo. De manera irrisoria, una constante que no cede al cambio.

La película es una adaptación de la novela ‘Perder es cuestión de método’ escrita por Santiago Gamboa. Protagonizada por Daniel Jiménez Cacho (Víctor Silampa) y Martina García (Quica), la historia transcurre en una ciudad agotada, una ciudad entremezclada entre la sátira, donde la comedia es el ingrediente principal de un drama lo suficientemente colombiano, siendo un espejo plano de la propia realidad.

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El personaje Víctor Silampa empieza su investigación tras aparecer un cuerpo empalado a las afueras de Bogotá, extrañas circunstancias lo llevan a pensar que no es un crimen cualquiera y decide sumergirse como un detective en el caso del “empalado”. Con ayuda del oficinista Emir Estupiñán, que reconoce el cuerpo empalado como el de su hermano Osler, empieza la odisea para esclarecer el crimen.

El periodista se sumerge en el mundo de la política y de lo ilegal que, si se piensa de manera objetiva, son dos palabras usualmente unidas en Colombia. El argumento inicial del filme se descubre cuando Silampadescubreun conflicto de tierras a las afueras de Bogotá, en el cual un empresario, un concejal y un mafioso están implicados.El periodista desenmaraña una red construida para la adquisición de terrenos.

Durante su investigación el periodista y su ayudante llegan a un prostíbulo , el cual es propiedad de uno de los posibles sospechosos del asesinato a Osler. En este lugar Silampa conoce a Quica, una trabajadora sexual que casualmente indaga, con la excusa del alcohol y la separación con su esposa. El dueño del prostíbulo se entera de la situación y decide seguir a Silampa.

Este pequeña tragicomedia tiene como eje fundamental la crítica política, social y económica que azota a Colombia. Si se revisa desde cualquier ángulo histórico, la realidad de la película es tan constante que encaja en cualquier pasaje de la historia del país. Reírse de la desgracia ajena es cuestión de motivo, pero reírse de la desgracia propia es simplemente cuestión de método.