Esta es la tercera entrega de las cápsulas sobre la situación de Venezuela. En las dos anteriores se plantearon los temas de la participación de los medios en la idea de crisis y la manera en que el acaparamiento genera las largas filas, utilizadas para desgastar al proceso bolivariano.

Por Carlos Ramirez*.  Venezuela desde hace más de 60 años construyó una total dependencia con el petróleo y progresivamente fue acabando con su capacidad productiva, tanto en lo material como en lo cultural.

El empresariado venezolano se constituyó como un revendedor de productos que de forma simple compra afuera y vende adentro. La clase dominante además de ser muy poco productiva, se acostumbró a ser altamente parasitaria chupando de los dividendos del petróleo. Eso no ha cambiado mucho, con la diferencia que las mayorías populares históricamente excluidas de la capacidad de consumo, desde la llegada del comandante Chávez han vivido y disfruta de la redistribución de la renta petrolera. En realidad el modelo económico y productivo sigue siendo el mismo pero más y un poco mejor repartida la renta.

Ante esta redistribución del capital nacional, altos porcentajes de la población comenzaron a tener la posibilidad de comprar, de consumir. De forma totalmente positiva y necesaria, el gobierno a través de las Misiones Sociales, impulsó la satisfacción de una gran cantidad de reivindicaciones en materia de salud, alimentación, vivienda, entre otros; pero lamentablemente, este aumento en la capacidad de consumo sin una cultura productiva, en definitiva lo que ha generado es la masificación de la misma tradición parasitaria que antes estaba en pocas manos pero que ahora incorporó a muchos otros en diferentes niveles.

Es importante insistir que cambios estructurales no son cambios instantáneos o que solo dependan de leyes que los definan. Especialmente el cambio cultural, requiere tiempo y mucho esfuerzo para desaprender la vieja cultura. La política impulsada en el Plan de la Patria, en la propuesta comunera en la idea de la revolución bolivariana ha dado grandes saltos hacia la construcción de otro modelo. Lo avanzado ha sido mucho, con muchas fallas, pero se ha avanzado. Sobre esto que no quepa ninguna duda.

Ahora bien, ante la realidad que aún se mantiene gran parte del poder en las mismas manos de siempre, hay algunos datos interesantes. Por ejemplo: el 49,6% de la harina de maíz pre-cocida para hacer las arepas (culturalmente aferradas a la mesa venezolana), es de producción de Empresas Polar. 80% de la comercialización de alimentos y productos para consumo familiar está en manos de Asociación Nacional de Supermercados y Abastos (ANSA). El 70% del control del mercado venezolano está en manos de Fedecamaras y Cosecomercio. El 75% de los productos de higiene personal (detergentes, pañales, champú, entre otros) están bajo el control de la importación de Protec & Gamble. Todos estos sectores anteriormente nombrados en momentos claves de estos 15 años, han jugado papeles protagónicos y notorios en conspiraciones para tumbar al gobierno revolucionario con el golpe de Estado contra el Presidente Chávez en el 2002.

Sumado a esto surgen algunas reflexiones básicas pero muy interesantes. Podríamos decir que aunque el sector privado controla la poca producción y la comercialización, esto no quiere decir que sean malos. Podríamos argumentar que estos “honestos empresarios” están de manos atadas ante los controles de la despiadada política de este nefasto y corrupto gobierno.  Vienen ocurriendo algunas cosas muy curiosas sobre el desabastecimiento. Por ejemplo no se consigue café en los supermercados, pero si lo consigues revendido en las calles o más curioso aún, en las panaderías y locales comerciales, regularmente nunca falla. Igualmente la leche que no se encuentra en ningún lado pero si encontramos queso, yogurt, crema de leche para untar y podemos comprar café con leche en las panaderías.

Otro ejemplo interesante es el del papel higiénico que ante su escasez nos encontramos ante una crisis que podría generar una huelga de rabos sucios. De forma real, sería mucho mejor lavarse con agua y jabón, pero bueno, volviendo al punto, no se consigue papel higiénico, pero si servilletas o toallines. Conseguir pañales desechables es toda una odisea pero no faltan de la misma forma los tampones o toallas sanitarias.

Otro fenómeno curioso es la situación de escasez de los productos con precios regulados por el Gobierno. No se consigue arroz regulado pero si el arroz saborizado o el parbolizado, que con un sencillo y económico proceso industrial deja de ser regulado y eleva su precio en un 400 o 500%. O la harina que al convertirla en “enriquecida”  con avena o arroz puede aumentar su precio en un 300%.

Todo lo anterior es solo una pincelada sin tocar el cuento de contrabando de extracción especialmente hacia Colombia. Apenas este martes pasado en el estado Zulia (frontera nor occidental con Colombia), el Gobierno incauto 30 toneladas de azúcar y 23 toneladas de carne de vaca.

Seguimos haciendo un rápido paseo por algunos elementos que están afectado la economía y la política nacional y que nos permiten afirmar que en medio un mucho otros elementos, si hay una guerra económica contra el proceso bolivariano y un ejercicio sistemático de utilizar los alimentos y los productos de consumo familiar como armas para la desestabilización y el descontento popular.

Les invitamos a ver un video sobre el fenómenos de las colas (en la capsula pasada hacíamos referencia a estas), en el que Erick Gutiérrez comenta un poco sobre este asunto desde la perspectiva sicológica.

https://www.youtube.com/watch?v=Ar8BtFE-z3M

Para la próxima capsula, les planteamos comentar un poco sobre cómo y el por qué del contrabando de alimentos hacia Colombia y qué es eso del dólar paralelo y raspar las tarjes en el exterior.

Confiamos en que estas capsulas sirvan para general algunas reflexiones sobres lo que está pasando en Venezuela y les invitamos a preguntar, a compartir inquietudes e ideas sobre la situación de este país que sin duda alguna, sigue liderando gran parte de nuestras esperanzas por un mundo, o más bien, por un modelo nuevo para la vida, para el buen vivir, para la suprema felicidad posible.