15 ago. CI.- Colombia Informa se encontraba visitando el Módulo de presas políticas de la cárcel de mujeres el Buen Pastor, Bogotá, cuando dos integrantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC- recibieron una llamada telefónica en la que se les comunicó su puesta en libertad.

Las mujeres abandonaron el centro penitenciario tras más de ocho meses esperando el cumplimiento del Acuerdo de Paz  y la Ley de Amnistía -Ley 1820- tramitada y aprobada en el Congreso el 30 diciembre del 2016.

De los 3400 prisioneros políticos reconocidos todavía faltan muchos por ser liberados, lo que evidencia el incumplimiento por parte del Estado colombiano del Acuerdo de Paz.  Las FARC denuncian que, tras haber entregado el listado de sus integrantes y presos políticos, el Comisionado de Paz y la Secretaría Ejecutiva de la Jurisdicción Especial de Paz están poniendo enormes trabas y dificultades a la hora de expedir las certificaciones. Esto es el mayor obstáculo para la amnistía de muchos de los presos.

En el patio de presas políticas del Buen Pastor

El Módulo Seis de la cárcel del Buen Pastor está despidiendo poco a poco a las presas políticas de las FARC que durante los últimos años han convivido con otras mujeres pertenecientes al Ejército de Liberación Nacional -ELN- y desmovilizadas de Justicia y Paz.

Mientras algunos de los rostros de los viejos conflictos colombianos desaparecen de las prisiones, entran nuevas caras como las de las cuatro jóvenes acusadas de pertenecer al Movimiento Revolucionario del Pueblo  (MRP) y ser autoras del atentado en el Centro Comercial Andino. Según ellas mismas explican, su detención está plagada de irregularidades y su imputación fue hecha sin pruebas, lo cual explica un cambio de tendencia en la represión del Estado que ahora ataca a líderes sociales o a jóvenes comprometidos con ideas políticas diferentes a las suyas.

El espacio en el que todas estas mujeres viven es un remanso de paz comparado con los patios de las presas sociales, ya que las diferentes mujeres que por allí han pasado han logrado que no se consuman drogas, que se respeten y cuiden entre ellas y que no pierdan la esperanza por su libertad, tal y como rezan dos grandes pancartas colocadas en una de las habitaciones comunes.

Sin embargo, denuncian que al estar en máxima seguridad no pueden estudiar ni moverse por la prisión como lo hacen otras internas lo que les impide acudir a la biblioteca o ir al médico con la misma frecuencia que el resto. También critican la estigmatización que sufren y el trato vejatorio que reciben de los guardias y funcionarios.

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