26 jun. CI.- En la Rusia del siglo XIX era recurrente que se diera captura, arresto y exilio a estudiantes universitarios de San Petersburgo; culpados de realizar atentados u homicidios, que en muchas ocasiones eran orquestados y perpetrados por los mismos agentes del régimen autocrático zarista.
Por Carlos Alfonso Ortíz L*. En Colombia, en pleno siglo XXI, la historia parece repetirse. La Universidad Nacional está puesta en el foco del terrorismo estatal. La gran prensa y altos funcionarios de gobierno se han ensañado contra esta institución, sus estudiantes y egresados.
Los atentados y hechos cometidos en la capital de la república colombiana dejan muchas sombras y pocas luces sobre los reales autores y objetivos que están detrás de estos. No es muy claro que un centro comercial infestado de cámaras no tenga un solo video de los presumibles autores, o que los retratos hablados no coincidan en lo más mínimo con las personas capturadas. Adicional a esto, es muy sospechoso que las pruebas -luego de ocho días de sucedido el hecho en el Andino, y de la amenaza policial de encontrar pronto los responsables-, se encuentren tan fácilmente en los allanamientos: supuestos mapas y material explosivo. Lo que desdice mucho de un supuesto grupo terrorista, de alta peligrosidad y extremismo.
Si esto fuese cierro, supone una altísima ingenuidad y falta de preparación, contrario a la hipótesis de que los capturados fueron preparados por los más sanguinarios y expertos en conspiración.
La similitud en este caso y otros como en el de Mateo y los 13, es su relación con la comunidad universitaria pública constantemente vituperada y estigmatizada, además, que los cargos inicialmente formulados en su contra se desdibujan o desvían en otras acusaciones de índole mucho menor o inexistentes, con el objetivo de dar respuesta mediática pero no de justicia.
Es lamentable que los jóvenes con pensamiento crítico, propio de la universidad pública en su carácter misional, se vean presos por su conciencia e inculpados injustamente por el terrorismo de Estado.
Imagen: Semana.
CI CO/DM/26/6/17/17:00
“Primero, la teoría del neoliberalismo se aleja por mucho de la realidad; hay demasiadas suposiciones injustificadas e interpretaciones inadecuadas acerca del funcionamiento de la sociedad para justificar la afirmación de que la realidad es reflejada exactamente por esta teoría. Segundo, los resultados del neoliberalismo favorecen de manera abrumadora a los grupos dominantes; la elite mundial, la llamada “uno por ciento” (Collins, 2012; Flank, 2011), se ha beneficiado enormemente del neoliberalismo, mientras que las clases media y baja y el pobre global han visto deterioradas sus condiciones socioeconómicas. Tercero, la aplicación de medidas neoliberales conduce a crisis económicas, sociales y medioambientales recur-
rentes.” “Definida como “la importación de alimentos y la exportación de agricultores” (Bartra, 2004),Cada día, en la mañana, leemos en los periódicos o conocemos por otros medios, noticias, debates o artículos de opinión, relativos a conflictos políticos, sociales, laborales o de otra naturaleza, con tonos críticos, que en aparente neutralidad enjuician tal o cual situación o la actuación de determinada personalidad política o de cualquier esfera social, con las secretas intenciones de formar o crear un estado de opinión determinado. Día tras día, así se van acumulando informaciones en nuestras psiquis, muchas de ellas tendenciosas y destinadas a conformar opiniones, que más tarde devienen en juicios, estados de ánimos, opiniones adversas, contradicciones, que tienen la finalidad de actuar sobre un escenario determinado, modificarlo o incluso cambiarlo. Es precisamente eso, lo que los especialistas han denominado “guerra sicológica”, cuyo fines políticos e ideológicos, resultan evidentes.En otras palabras, la “guerra sicológica” es el arte de la manipulación de la conciencia a través de los medios masivos de información.