25 nov, CI.- Supimos de Ángela Ferro por la horrorosa golpiza que le propinó quien fuera su pareja, Miguel Camilo Parra. El sujeto llegó a su apartamento y la atacó con un hacha dándole siete golpes en la cabeza. Ángela corrió con la suerte de que fue auxiliada por su hijito, quien tuvo que ver a su mamá agonizando y la sala de su casa llena de sangre. Luego de la agresión llegó la fuga de Camilo, su captura semanas después en una zona rural de Fusagasugá y su notable cambio de imagen.

Por Julieta Penagos.* El caso fue mediático por la naturaleza del ataque y algunos medios (bastante torpes en este tipo de cubrimientos) nombraron el hecho como un ataque de celos. Otro destacó que la expareja se conoció en la red social Tinder. Y algunos por ahí aprovecharon la ocasión para hacer campaña a la Policía Nacional en un intento torpe y abusivo con las audiencias de levantar la imagen de la institución, vinculando excesivamente la labor de quienes la integran cada vez que pueden. Pese a todo, gracias a los medios y su pésima tarea, supimos del ataque y estábamos a la espera de la captura de Camilo.

Nos sorprendió luego la estrategia de su defensa a cargo de Londoño & Asociados Abogados Consultores. En entrevista con el diario El Tiempo, César Londoño, director de la firma, explicó por qué Camilo es también una víctima de lo ocurrido. Su defensa consistió más o menos en insistir en que Ángela lo provocó. Lo que hacen siempre, pero con argumentos jurídicos.

Empezó por utilizar la imagen de Ángela volviéndola inestable, despreciando su vida, generando dudas sobre sus prácticas, sus amigos y -de paso- subestima a la audiencia como si perteneciera a otros tiempos donde esos argumentos aún eran aceptados. El abogado sospechó de la gravedad de las lesiones porque Ángela, tres horas y 20 minutos después del ataque, estaba rindiendo declaración de lo sucedido. Una clásica y efectiva maniobra machista: poner en tela de juicio a las mujeres, ridiculizar su voz, minimizarla, insistir en que son exageradas, emocionales, intensas y quitarle credibilidad a su relato. Si Camilo la mata no tendríamos su versión y no habría duda de qué pasó. Pero Ángela sobrevivió, situación que vuelve el asunto para la defensa un hecho aislado.

César Londoño conoce la Ley Rosa Elvira Cely e intentó justificar, torpemente, por qué el ataque de Camilo no es tentativa de feminicidio. “No fue un ataque por temas de género”, dijo. Pero en la misma entrevista aseguró que Camilo se desvivía por ella, la sobreprotegía. Sin embargo, le molestaba que llegara en estado de alicoramiento.

Ataque “con temas de género”

¿La sobreprotegía? ¿Así como un padre o una madre sobreprotege a un infante incapaz de sobrevivir por sí solo? O, ¿así como un padre o una madre sobreprotege a un infante o persona con algún tipo de discapacidad física? ¿Acaso la sobreprotección es un valor que buscamos las mujeres? Utilizar la palabra “sobreprotección” y asumirla como un valor de adultos en una relación es insistir en que las mujeres nunca maduran, que siempre serán niñas a las que hay que asistir para que hagan sus cosas o tomen decisiones; es quitarles su autonomía. A Camilo y a su abogado les digo que les faltó sobreproteger a Ángela de él mismo, de su violencia, de sus siete hachazos en la cabeza. Si Camilo sobreprotegía a Ángela, su ataque sí tuvo que ver “con temas de género”.

“A Camilo le molestaba que Ángela a veces llegaba en estado de alicoramiento”. Un clásico. Criminalizar la vida social de las mujeres, así como el Estado y los medios hegemónicos criminalizan los derechos o la protesta social.

Su argumento me recordó que durante la Alcaldía de Enrique Peñalosa se responsabilizó a Rosa Elvira Cely de su destino porque había salido con su feminicida. La reflexión era que si no hubiera aceptado la invitación, no le habría pasado lo que le pasó y no lo estaríamos lamentando. Camilo se molestaba un poco porque salía con sus amigos y piensa que si nos cuenta las aventuras de Ángela puede conseguir que justifiquemos sus siete hachazos en la cabeza delante de su hijito menor. Si a Camilo le molestaba que Ángela saliera con sus amigos, su ataque sí tuvo que ver “con temas de género”.

El abogado habla hasta la saciedad de las creencias religiosas de Camilo, acaso para que sintamos pena por él. Para sugerir que por sus características era improbable que intentara matar a una mujer. Esto es así como los sectores más conservadores de la clase política nombran a dios o a la iglesia para evadir el hecho de que asumen al Estado como un juguete que se usa cuando conviene o cuando toca. Un Estado feminizado y ultrajado hace un par de siglos. Todos creyentes. Camilo y la clase política.

Ángela, la familia y sus amigos cuentan que Camilo muchas veces fue agresivo. Incluso hablan de violencia psicológica o presiones económicas. Para César, el abogado, estas conductas no son antecedentes y, sin ninguna razón, desestima sus relatos y privilegia el de Camilo y el de los pastores de la iglesia a la que pertenece. Otro clásico. Anular las emociones y sentires de las mujeres porque la violencia psicológica “es una conjetura que no se puede probar”, según dijo César. En cambio, propone que nos sintamos conmovidos por las emociones de Camilo, quien dice sentirse triste y afligido porque pese a lo que pasó, él la sigue amando. Si hubo violencia de cualquier tipo antes de la agresión, su ataque sítuvo que ver “con temas de género”.

Y me aterra cómo César, para quitar contundencia al delito de Camilo, desprecia también la niñez de quien salvó la vida de su mamá, al negar la gravedad de que el hijo menor de Ángela estuvo ahí y presenció los hechos. El hijito auxilió a su mamá, le avisó a la familia, atendió a la Policía. Un impacto que estará ahí sobre cómo se vive la violencia machista. Una herida que como sociedad tenemos que ayudar a sanar.

Ángela bebía, Camilo no. Camilo asistía a una iglesia, Ángela no. Y luego César tira una frase que cae como un dardo: “La simple duda juega un papel importante a favor de Camilo”. ¿Cuál duda, César? Hay un reporte médico, hay testigos, hay antecedentes, hay una casa llena de sangre, hay un hacha real, hay otras mujeres que fueron víctimas de Camilo y hay una defensa sin ética que pretende volver a victimizar a una mujer para bajar la pena de un hombre que sin duda es un peligro para cualquier mujer, para la sociedad.

Y eso que no les hablé de “la ira y el intenso dolor” que sintió Camilo…

El 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de las Violencias Contra las Mujeres, levanto mi voz sobre un hecho que parece silenciado y es parte de la violencia jurídica que padecemos en diversos espacios de la vida personal y profesional. Podría hablar de la demanda penal del cineasta Ciro Guerra contra las periodistas Catalina Ruíz-Navarro y Matilde de los Milagros Londoño luego de sus informes sobre acoso a mujeres. Incluso podría contar mi propia historia porque también yo he sido víctima. Pero hablo de esta porque Ángela estuvo a punto de morir, porque también un menor fue victimizado y porque la defensa de su victimario me parece manipuladora, perversa e indignante. Hablemos para que paren las persecuciones jurídicas contra las mujeres.

*Julieta Penagos es periodista, realizadora y analista sobre temas de mujer y género.

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CI JP/PC/25/11/2020/12:00