23 ene. Caracas – El proceso de paz colombiano continua su desarrollo en medio de la decisión política del gobierno de Juan Manuel Santos de ayudar a consolidar las posiciones hegemónicas del imperialismo en el continente y de realizar concesiones políticas parciales a la organización guerrillera FARC.  Los acuerdos firmados han girado en medio de contrasentidos, tales como la exigencia de renuncia de la lucha armada a esta guerrilla, lo cual choca con la disposición de militarizar el país con unidades de la OTAN a partir de la alianza en ciernes,  incluso desconociendo abiertamente la resolución política aprobada por la UNASUR que declara a América Latina y el Caribe como territorio de paz.
Por Jesús Rafael Gamarra Luna*. En este largo periodo de conversaciones, el gobierno norteamericano ha venido desarrollando una construcción estratégica de largo plazo, a través de terceros, que busca revertir los procesos de cambio democrático y  revolucionario en el continente y resucitar a la OEA. Ha combinado tácticamente su dinámica y presencia en CELAC, UNASUR, la Alianza del Pacífico, el desarrollo de diálogos de paz y ahora la alianza con la OTAN.

Visto el panorama parece un movimiento de balanzas o piezas, como partida de ajedrez, pero se ha dado en medio de una atroz arremetida que ha combinado todas las formas de guerra y lucha  institucional, legal, parlamentaria, virtual, guerra sucia, guerra económica, todas conducentes a materializar y consolidar el modelo de acumulación capitalista fundamentado en el despojo, que ya ha ido desmejorando las condiciones de democracia protagónica, bienestar, vida y paz en la región; conquistas que han costado caro y las que nuestros pueblos no deben renunciar.

Diálogos de paz en Colombia 

El movimiento insurgente FARC inició los diálogos en 2012 pero se extendieron hasta 2016, cuando se dio la firma de los acuerdos y coincidió con la concreción de un nuevo período en la lucha de clases y un claro retroceso en la correlación de fuerzas regional caracterizado por el reacomodo imperial en el continente, a través de la imposición de gobiernos de derecha y neoconservadores en Honduras, Guatemala, Paraguay, Argentina y Brasil. Golpes practicados y fallidos en Ecuador, Bolivia y Venezuela, e incluso con una crisis humanitaria en Colombia por el ascenso de la violación sistemática de derechos humanos, la guerra económica y los asesinatos políticos.

En este contexto se firmaron los acuerdos de paz y las FARC evidenciaron que son posibles los cambios a través de la negociación política, pero haciendo caso omiso de la legitimación al imperialismo en sus intervenciones y a la oligarquía colombiana a través del gobierno dirigido por el presidente Santos.

Las FARC, tal vez sin proponérselo y producto del alargue del proceso, pone fin a su lucha armada, recurso legítimo de los pueblos  para su liberación, en el peor momento de la confrontación. Termina oxigenando al gobierno de Santos con un nobel de paz y justificando el apertrechamiento militar del sistema con una fuerza multilateral venida de la alianza con la OTAN, en detrimento de las luchas de sus connacionales y de los pueblos de la región que mantienen vivos los sueños de Bolívar, El Che, Fidel y Chávez. Las FARC renunciaron a su carácter político militar, después de 50 años, en el momento que el imperio lanza su ofensiva estratégica para recuperar el patio trasero demostrando su pasión por la guerra y su desinterés por la paz, desestabilizando la región.

El pueblo pide paz

La decisión de paz del pueblo colombiano se mantiene. Son innumerables las organizaciones que se movilizan reivindicando este derecho, incluidas organizaciones insurgentes. Es conveniente que esta ebullición de iniciativas por la paz esté articulada a una estrategia global de poder construida desde abajo, desde los movimientos sociales, comunitarios, políticos; la clase media, los gremios empresariales. Una paz construida en consenso puede evitar el vanguardismo y asegurar que los resultados contribuyan al desarrollo de los procesos de unidad de todo el pueblo y no a las conquistas de una sola parte,  impidiendo que este termine siendo capitalizado y consolidando al enemigo de clase.

El viraje estratégico que cambió el carácter de las FARC se explica en este contexto de cambios y reacomodos, pero pudiera tener consecuencias nefastas para la lucha social global por las implicaciones serias para los procesos de unidad y el posible impacto ideológico.

Los propósitos de paz, justicia y democracia no pueden terminar ocultando las contradicciones e intereses de clase presentes en el proceso de diálogo, porque son estas contradicciones y estos intereses los que han obligado a las partes, a la sociedad en conflicto, no solo a la guerrilla, a sentarse a avanzar en la búsqueda de la solución política y es a partir del reconocimiento de estas contradicciones que las sociedades avanzan.

El hecho que todos hayan querido vestir de blanco en las mesas de diálogo no quiere decir que todos eran iguales, tenían los mismos intereses y todos buscaban lo mismo. La solución del conflicto no puede obligar a ninguna de las partes a ocultar o negar lo que se ha sido y se es. Aceptar esta imposición es negar el derecho histórico de los pueblos a levantarse contra toda tiranía y la necesidad de construir un nuevo paradigma más justo y fraterno para los pueblos.

El proceso de paz que abren gobierno y ELN es un momento propicio para que el pueblo y la sociedad identifiquen, reconozcan, legitimen y afiancen el proyecto de paz; apliquen y adapten nuevas conceptualizaciones dentro de los acuerdos que indiquen que los esfuerzos, sacrificios y el compromiso no ha sido en vano. Las categorías usadas, las propuestas construidas deben expresar, significar, indicar los aportes de las luchas y gestas desarrolladas, exaltar los grandes hechos populares. El nuevo proceso que inicia es importante que deje construcciones y saldos organizativos, políticos, económicos, culturales e ideológicos para los pueblos y, fundamentalmente, un gran salto cualitativo en la unidad.

JG DM/23/1/17/15:27

*Jesús Rafael Gamarra Luna es vocero de Corriente Bolivariana Guevarista.