10 abr. CI.- América Latina, sus movimientos populares, sus rebeliones. De Jorge Eliécer Gaitán a Juan Domingo Perón, la injerencia norteamericana y el triunfo de la Revolución Cubana.

Por Pablo Solana*. 9 de abril de 1948, inicio del Bogotazo. Jorge Eliécer Gatián, abogado, líder popular de origen liberal y de encendida prédica antioligárquica, seguro ganador de las próximas elecciones presidenciales, es asesinado en las calles bogotanas y se desata una rebelión social violenta que se extiende como reguero de pólvora por el país y parte al medio el siglo XX para todo lo que vaya a suceder en Colombia desde entonces. Unos pocos años antes en Argentina, en 1945, el coronel nacionalista Juan Domingo Perón, de gran ascendencia sobre la creciente clase trabajadora, es encarcelado y se desata una rebelión popular el 17 de octubre, que también parte en dos el siglo XX para el país del sur. Ambos hechos -uno presenciado, el otro seguido con interés por un joven dirigente estudiantil cubano, de barba aún rala- se enmarcan en un contexto histórico propicio para el surgimiento de movimientos populares como resultado del proceso de sustitución de importaciones tras la crisis internacional de 1930 y los modelos de Estado benefactor; esos movimientos adquieren un carácter antiimperialista en la medida en que Estados Unidos pretende extender sus tentáculos en el continente tras la Segunda Guerra Mundial.

Por aquellos años, Lázaro Cárdenas expropia compañías petroleras extranjeras en México; Getulio Vargas impulsa la industrialización y con ello la sindicalización de los trabajadores en Brasil; y Paz Estensoro habilita el ingreso de nuevos sectores populares a la política en Bolivia con su nacionalismo revolucionario. Colombia, con el asesinato de Gaitán, perdió la posibilidad de experimentar su propio “nacionalismo popular” desde el Estado y, en cambio, se sumergió en “La Violencia” que aún signa la vida política del país.

Sin embargo, al igual que sucedió con aquellos movimientos populares, el gaitanismo sí se convirtió en parte constitutiva de la identidad política del pueblo colombiano, aún con toda su dramática complejidad: asumido por sectores de la izquierda (críticamente según quién) y también reivindicado por sectores paramilitares de ultraderecha, como las aún vigentes Autodefensas Gaitanistas. Lo mismo sucedió con otros movimientos populares del siglo XX, por caso el peronismo, que supo albergar a sus “formaciones especiales” que lucharon armas en mano por el socialismo al mismo tiempo que parió a la siniestra Alianza Anticomunista Argentina, organización paraestatal encargada de aniquilar al ala izquierda del mismo movimiento peronista. Pero la comparación se agota y la apreciación histórica se vuelve mucho más benévola con la figura de Gaitán y mucho más compleja con la figura de Perón. Porque el asesinato de uno detonó la rebelión como último acto vital, sin poder ver concretado su acceso al gobierno y con ello el sometimiento al juicio de la historia a partir ya no de sus propuestas, sino de la capacidad -o no- de concretarlas. Mientras que Perón fue liberado fruto de la movilización popular y debió afrontar el desafío de llevar a la práctica su proyecto, incluso se sometió a una nueva experiencia de gobierno en los años 70, en un mundo muy otro del que mostró incapacidad de comprender.

Y en eso llegó Fidel

Quien sí comprendió perfectamente su momento histórico fue el joven estudiante Fidel Castro, de visita en Colombia aquel 9 de abril cuando todo estalló. “Yo era una mezcla de individuo quijotesco, romántico, soñador”, contó años después quien se convertiría en líder de la Revolución Cubana y una de las figuras mundiales más trascendentes del siglo XX. “Había en mí algunas mezclas de sueños martianos, bolivarianos, y de socialista utópico. Por aquella época me resultaba muy difícil explicarme por qué la América que habían concebido sus grandes y extraordinarios emancipadores se apartaba tanto de la penosa realidad que presentaban casi una veintena de repúblicas divididas, débiles y empobrecidas”, relató.

Diez años después, el Movimiento 26 de Julio fundado por Fidel ya se encontraría en plena acción revolucionaria en su país, aprestando las ofensivas finales para hacerse con el poder. Pero en 1948 aún le faltaría al joven Castro vivenciar el decurso de los gobiernos populares, crecientemente hostigados por Estados Unidos, como el de Jacobo Arbenz en Guatemala -cuyo derrocamiento encontró al Che en sus tierras, sacando conclusiones en el mismo sentido-, y del peronismo, al cual Fidel por aquellos años también prestaba atención. “La hostilidad que Estados Unidos manifestaba hacia el movimiento peronista hacía instintivamente mirar con cierta simpatía a Perón, a su movimiento. Por aquellos días circularon entre los estudiantes numerosos folletos con discursos de Perón dirigidos a los trabajadores, sus alegatos nacionalistas, sus apelaciones a las masas, su lucha contra los oligarcas”, recordó el líder de la Revolución Cubana.

El derrocamiento del gobierno popular de Guatemala en 1954 y del peronismo en 1955, nutrieron la convicción revolucionaria de Fidel y de aquella generación de jóvenes barbudos. Conocían y estudiaban la historia de su país para transformarla, pero además, la de toda América Latina, convencidos de la máxima bolivariana “Nuestra patria es América”.

El Bogotazo, al igual que los gobiernos nacionales, populares y antiimperialistas de mediados de siglo pasado, alimentaron el nuevo ciclo de luchas revolucionarias del que la Revolución Cubana fue la más alta expresión. Fidel y los suyos, aprendiendo de la historia, asumieron el desafío de dar un paso más allá en las luchas emancipadoras de nuestro continente: cuando tuvieron la oportunidad de conducir los destinos de su pueblo a través del control del Estado no se quedaron a mitad de camino e intentaron cambiar la historia de raíz, apostando por el socialismo.

* Pablo Solana es coresponsal de Resumen Latinoamericano en Colombia.