La profesora María Raquel Castro fue testigo de la masacre de Caño Seco en la que fueron asesinados tres líderes sociales de Arauca. A diez años del hecho publica un libro que, más que una historia de su propia tragedia, es un homenaje a los caídos. 

 

Enraizada en la región llanera, María Raquel fue testigo del asesinato de Héctor Alirio Martínez, Leonel Goyoneche y Jorge Eduardo Prieto. Estuvo presente cuando miembros del ejército le ordenaron a los tres líderes sociales salir del salón donde estaban reunidos. La incertidumbre de la profesora y de quienes se encontraban en el lugar fue rota por los disparos realizados por los miembros del Grupo de Caballería Mecanizado No. 18 Gabriel Revéiz Pizarro, quienes dispararon contra los voceros araucanos que murieron asesinados en estado de indefensión y luego fueron presentados como guerrilleros muertos en combate.

Sólo por haber estado presente al momento de la masacre, la profesora fue detenida, encarcelada durante tres años e impedida para ejercer la enseñanza. Sólo después de todo ese tiempo absurdo la justicia colombiana la liberó, tras no encontrar motivos para condenarla por nada. Pero la Procuraduría General de la Nación la condenó por 10 años para ejercer cualquier cargo público, lo que le impidió dar clases en ningún colegio público de Colombia.

El libro que reúne la historia de Caño Seco fue presentado en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá. Allí Colombia Informa dialogó con su autora.

C. I.: ¿Por qué este libro ahora?

María Raquel Castro: Porque la memoria hay que mantenerla, debemos dejarla escrita, grabada. Debemos mantener la memoria viva de los sucesos, de los acontecimientos, de las masacres que han ocurrido en nuestro país. No podemos dejar que no quede ningún vestigio de lo que ha pasado, de la verdad de lo que ha pasado con los dirigentes sociales, dirigentes sindicales, dirigentes campesinos de nuestro país.

C. I.: Pasaron diez años de los hechos. ¿Cuál siente que es su lugar, su misión a partir de la experiencia personal que padeció?

M. R. C.: La verdad es que soy sobreviviente. Soy testigo y sobreviviente del caso de Caño Seco, tengo tanto dolor aun, que no sé cómo presentarme, si como una víctima o como una persona que arrastra con un dolor, un dolor que no se puede superar. Son tantas las cosas que hay inmersas en un proceso de paz que no es solamente sentarse a hablar de un tema, porque la paz es todo. Es responderles a las comunidades en inversión social, en salud, en educación, en seguridad alimentaria, en que en las mesas de las familias haya pan, haya comida derecho a la educación, derecho a la salud. Ojalá se logre una paz, una reconciliación, un acuerdo en donde las balas cesen su accionar, donde los amos de la guerra, donde los patrones de la guerra, aquellas empresas que fabrican las armas, sean los primeros que den el paso hacia la paz.

C. I.: ¿Qué le diría a quienes aún no conocen los hechos de Caño Seco?

M. R. C.: Les hago un llamado muy especial para que lean el libro, también para que opinen sobre lo que allí se escribe. En el primer capítulo se cuentan detalles de lo ocurrido el cinco de agosto de 2004. También están las voces de las familias, quienes perdieron a sus padres y a sus esposos, a sus hijos, a sus tíos, en fin, a toda su familia. Quisimos hacerle un reconocimiento también a ellos porque dieron su entrevista, nos contaron sus sentimientos, nos contaron su padecer durante estos diez años y la perspectiva que tienen frente a este caso que está en la impunidad, porque el Estado no les ha respondido aún por ese crimen de lesa humanidad. Siempre tendremos nuestra voz y nuestra moral en alto para contarle al mundo lo que está pasando en Colombia.