Según el mito bíblico de la creación, cuando Adán y Eva habitaban el paraíso, fueron advertidos por Dios para que probaran todos los frutos, excepto el árbol del bien y del mal. Sin embargo, Eva, mujer y frágil, se dejó tentar comiéndolo y ofreciéndolo a su compañero, siendo ambos castigados y expulsados del paraíso. La historia convirtió a Adán en una víctima y a Eva en pecadora, los más francos la llamaron puta y se popularizó la idea de que la prostitución es el oficio más antiguo del mundo.

La idea ha recorrido a occidente y ha estado de boca en boca a la ligera sin que nadie se pregunte qué significa que la prostitución sea el primer oficio de la humanidad y sobre la reputación que eso generó a las mujeres. La historia, que ha estado en manos de los hombres, convirtió la prostitución en un oficio a su servicio, alimentándola de fantasías e irrealidades sobre la sexualidad femenina y de las mujeres.

Existen otros estudios con fundamentos académicos pero menos populares como el que realizó la Universidad de Harvard, que indica cómo la cocina pudo haber sido el oficio más antiguo del mundo. La investigación concluye que debió nacer hace unos dos millones de años, cuando otras especies, además del Homu Erectus, casaban, recolectaban y se prostituían. Cocinar los alimentos era una misión exclusivamente humana e hizo que se diferenciara de las otras especies.

La prostitución, considerada el oficio más antiguo del mundo, ha gozado gracias a expresiones como la literatura o el cine, de famas que están bien alejadas de la realidad, ubicándolas en felicidades vendidas por una supuesta libertad que nunca han habitado y desconociendo el valor material que el oficio le genera al sistema, al capital. Quienes la ejercen en mayor porcentaje, las mujeres, han sido a través de la historia estigmatizadas y señaladas por su moral pequeña, aisladas de prácticas sociales simples y cotidianas, condenándolas a estar en los lugares más lúgubres de la historia. El jugoso negocio privilegia casi de manera exclusiva a los hombres.

Las mujeres que ejercen este oficio son el sustento económico de sus familias, las visten y las alimentan, también pagan impuestos, sin que puedan aprovechar de los bienes y servicios que ofrece el Estado. En Colombia, muchas deben ocultar a qué se dedican por la vergüenza que eso produce en sus familias; en ocasiones, pagan de su salario seguridad privada a pequeñas mafias para que las protejan de odios sociales y les garanticen su seguridad.

Las mujeres que no son prostitutas, pero que por tradición también han ejercido oficios de mujeres, como las parteras, cocineras y cuidadoras, han ocupado también los escalones de menor reconocimiento en la “escala social”. Su aporte vital ha sido desconocido constantemente y aún se considera que estas actividades son extensivas a la condición de las mujeres.

Ojalá el Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, pueda reconocer y reivindicar los derechos de las mujeres que se dedican al oficio más antiguo del mundo, y a tantas otras que realizan oficios que han hecho parte de nuestra vida y que no están en las demandas sindicales y laborales.