La periodista Julieta Penagos desafía al equipo de La Mega, de RCN Radio: «Deberían saber que su comportamiento sexista es una expresión pasada de moda, que en algunos países a eso se llama violencia simbólica y se penaliza».

 

Por Julieta Penagos*. La cultura se construye con el tiempo, la experiencia, los valores, las costumbres, las ideas… En ese trasegar se reevalúa y resignifica para adaptarse a las nuevas situaciones causadas por elementos propios de la condición humana, como el estar haciéndose continuamente preguntas.

Eso significa que la cultura no es algo estático y todas sus manifestaciones y valores adquieren significados que son interpretados en un contexto puntual. Lo que en el pasado estaba bien visto, probablemente en nuestro presente no lo esté. 

Nuestra cultura está dotada de valores clasistas, racistas y machistas que están fácilmente documentados en la historia y que en esa lógica empiezan a replantearse. Por eso la necesidad de relacionarnos distinto, hablar distinto, narrar distinto, vestir distinto, amar distinto, criar distinto… y hasta echar chistes distintos, también eso entra en la lista.

Sobre estas afirmaciones existe un consenso: coincidimos con certeza sobre el carácter cambiante de la cultura y sus manifestaciones. 

En la transmisión de los valores culturales, los medios -y la radio en particular- cumplen el papel que ya conocemos. La radio sigue acompañando a la gente en el campo, a los estudiantes y trabajadores de todas las áreas y formaciones. En una ciudad grande y con problemas de movilidad como Bogotá, la radio se vuelve la gran compañera en el camino.

Hay un fenómeno del que vienen haciendo parte las llamadas radios juveniles, en donde de manera gratuita, pero sobre todo poca creatividad, posicionan una supuesta forma de ser joven. Se caracteriza básicamente por irrespetar a la gente y utilizar frases como: le dio en la jeta, calle la jeta o ¿por qué es tan estúpida? Y todo es hijuemadre: la vida, esa vieja, esa cámara…  utilizan adjetivos como: vieja loca, vieja tonta, vieja bruta… Hay una especial saña contra las viejas. Todas las radios juveniles tienen esas características, nombraré a La Mega de RCN porque es esta materia es la que más da que hablar.  

La fórmula es reiterativa, torpe y sin creatividad; básicamente subestima a la gente. Quizás el equipo “creativo” de La Mega piense que si tienen audiencia y la gente llama a contar sus historias para que se les maltrate, es porque la fórmula funciona o porque la gente es muy inteligente y necesita los grandes consejos que allí se dan. El equipo de La Mega debería saber que quienes escuchan la atrevida propuesta (atrevida en el peor sentido de la palabra) y se toman el trabajo de llamar a contar sus historias, desde luego no han tenido los privilegios que quizás la mayoría de quienes trabajan allí han tenido, y siempre desde pequeños se les insistió en que no tenían derechos.  Esas viejas a las que tanto insultan (aunque Alejandro Villalobos aseguré que no es así)  han perpetuado de manera inconsciente, así como les enseñó la escuela, la iglesia, el hogar y todos los espacios sociales a los que podían acceder, un lugar determinado para estar en el mundo. El equipo de La Mega también debería saber que la mayoría de esas viejas en su niñez lavaban platos y ponían la mesa mientras sus hermanos varones mayores o menores corrían por el barrio y gritaban por la casa, que sus madres a quienes la sociedad formó para trabajar de manera exclusiva en la casa  fueron minimizadas de todas las formas posibles por sus padres y esposos y que esas experiencias las marcaron de por vida. 

El equipo de La Mega debería saber que su actitud y comportamiento lo reprocha la cultura de vanguardia, lo considera sexista, y que el sexismo es una expresión básicamente pasada de moda. También deberían saber que en algunos países su actitud se llama violencia simbólica, se penaliza y por lo tanto eso los volvería delincuentes. 

El equipo de La Mega, por su considerable y visible ignorancia, debería de superar su condición de machos para actualizarse y plantear de manera realmente creativa una forma de hacer radio. Entendemos que hacen parte de una cadena económicamente poderosa en el país en donde no es fácil diferenciar entre un espacio radial, un tema musical, ofender a una vieja o una presa de pollo. Todo es un producto y tiene un valor real en el mercado, pero quizás si apelamos a su ego para retarlos a que entreguen productos que superen la simplicidad del insulto para generar audiencia, ¿serían capaces de hacerlo? ¿Podrían salir de su zona de confort y empezar a crear?

Mientras tanto, habría que preguntarle al Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones en dónde están, y si los valores de la empresa privada se imponen sobre los objetivos del Estado.