12 ene. CI.- El 11 de enero, se inauguró el Encuentro Nacional de Intercambio Agroecológico y de Experiencias de Territorios Campesinos Agroalimentarios que tendrá lugar durante los próximos ocho días en Saravena. Según Joana Pinzón, el reto que tienen actualmente es declarar más Territorios Campesinos Agroalimentarios y poder compartir experiencias con más campesinos y jornaleros de la región.

«Es decirle al campesino que no tiene que echarle un producto químico al cultivo, sino que lo puede cambiar por agua de vidrio», dice Joana Pinzón, secretaria de Asonalca. El agua de vidrio es una sustancia compuesta por agua, cal y ceniza, que actúa como vitamina natural para las plantas; para que tenga el efecto deseado se debe utilizar quince días antes o después del florecimiento y nunca bajo pleno sol. El agua de vidrio reemplaza el triple quince, un químico que tiene la misma utilidad.

Actualmente existen tres Territorios Campesinos Agroalimentarios en la región de Centro Oriente. Las exigencias que se plantean a partir de estos son:

1. El reconocimiento del campesino como sujeto político de derechos.
2. Propiedad de la tierra.
3. Implementar un sistema nacional de producción agroalimentaria.
4. Producción orgánica de alimentos.

Agua 

La mayor parte de los campesinos y campesinas que habitan los diez departamentos de la región son colonos que llegaron desplazados durante los años cincuenta. Ante un panorama de abandono estatal y la intención de permanecer en el territorio cultivando, se constituyó un campesinado con una trayectoria organizativa en la región.

En los años sesenta la organización se gestó en torno al comercio de los productos. Los campesinos se apropiaron de Coagrosarare, la cooperativa que había sido conformada por el Estado. Esto con el fin de que respondiera a las necesidades reales de quienes para ese entonces habitaban el Sarare. Asimismo, durante esa década se conformaron las primeras tiendas veredales, con el fin de comercializar la producción campesina.

El Movimiento Campesino se fortaleció aún más con el primer Paro Cívico del Sarare en 1972. En este se negociaron las necesidades básicas para poder vivir en el campo: Infraestructura, educación, salud. Sin embargo, debido a los incumplimientos, diez años después (1982) se llevó a cabo otro Paro Cívico con las mismas exigencias del anterior.

«Los campesinos de la región no solo han buscado poder vivir en el territorio, sino también vivir dignamente en él», afirma Pinzón.

¿Por qué la agroecología?

El 8 de octubre del 2018 se declaró Territorio Agroalimentario en uno de los complejos petroleros más grandes del país: Caño Limón-Coveñas. El mismo lugar al que el gobierno se refería como ‘improductivo’ o ‘de vocación únicamente petrolera’ es ahora cuna de alimentos cultivados por los campesinos.

«Si el territorio está mínimamente bien es por el campesino, el deterioro no ha sido su culpa, así como dice el gobierno, sino que ha sido responsabilidad del gran capital», señala Joana Pinzón, Secretaria de Asonalca. Así el Movimiento Campesino busca, además de permanecer, elegir de qué manera hacerlo con el fin de conseguir su bienestar y el del territorio.

En este punto surge la necesidad de cambiar algunas prácticas que anteriormente habían sido impuestas a los campesinos y que son reproducidas por los mismos. Dejar a un lado los venenos y las fumigaciones con agrotóxicos para volver a los orígenes reales de la producción campesina.

Con este fin, las organizaciones campesinas de la región han realizado una serie de eventos, escuelas y talleres teórico-prácticos en donde las comunidades construyan y aprendan prácticas agroecológicas que después pueden implementar en sus fincas.

En el marco de este proceso se han dictado tres talleres con Sebastiao Pinheiro, experto en agroecología que ha trabajado con organizaciones sociales, principalmente en Brasil.

«La agroecología es una necesidad. El campesino debe poder decidir sobre su territorio y tener presente ¿Por qué siembra? ¿Cómo siembra? y ¿Para quién siembra?», afirma Joana.

Los campesinos no suelen confiar en esta forma de cultivar, pues según Pinzón, se han configurado algunos mitos a partir de la producción orgánica: alto costo, poca calidad y difícil mercado. Sin embargo, el costo es incluso menor puesto que se utilizan elementos cotidianos o que no necesitan de una alta inversión; por otro lado, la calidad de los alimentos es aún mejor al saber exactamente qué contiene lo que se come.

¿Quiénes consumen?

El elemento del mercado es tal vez el más complejo. Por un lado los campesinos expresan que, debido al alto costo, es difícil obtener el certificado que otorga el gobierno a los productos orgánicos. Por otro lado las cooperativas de la región como Coagrosarare no tienen la cantidad de dinero necesaria para comprar toda la producción a los campesinos.

Asimismo, se ha configurado la idea de que la comida orgánica es costosa y por ende solo puede ser consumida por una clase de personas con un determinado poder adquisitivo. Es por esto que en los talleres que se han realizado se ha incentivado la creación de huertas caseras para el autoconsumo. En la medida que éstas funcionen se busca que las prácticas agroecológicas se comiencen a implementar en media hectárea, después en una y así sucesivamente.

«Volver a los saberes ancestrales es empoderar al campesinado», afirma Joana. Sí se socializan los conocimientos y herramientas que le permitan a los campesinos cultivar sin necesidad de agrotóxicos, se está formando un campesinado independiente que además decide cómo permanecer en su territorio.

Para los campesinos del centroriente la agricultura está volviendo a sus raíces. Cambiar los venenos químicos por sustancias naturales y dejar de utilizar tóxicos para volver a las prácticas ancestrales; así han comenzado a proyectarse hacia la agroecología.

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