Con raíces en la cultura africana y caribeña, los ritmos populares de Colombia (afros, campesinos e indígenas), se mantuvieron durante mucho tiempo por fuera de circuitos comerciales. La cumbia, como una de esas expresiones, tuvo un auge en la industria cultural hasta la década de los 70’s. Luego desapareció del mapa en general.

Por Ramón Raggio*. Hace ya casi una década, en Bogotá y con el aporte de músicos de otras regiones radicados en la capital, se hizo escuchar una nueva generación sonora, que vino a rescatar y renovar la propuesta cumbiera.

Mario Galeano vive de la música. Es melómano. Compone, interpreta diferentes instrumentos, la baila, la investiga y la siente. Su búsqueda está movida por una cosa: el rescate de la salud musical. Y eso se nota en sus propuestas, que son varias y en simultáneo: Ondatrópica, Frente Cumbiero y Los Pirañas.

En su temprana edad pasó por el punk y el ruido. La oportunidad de estudiar y comprometerse en la investigación musical, junto con su grupo de amigos, le permitió adentrarse en combo en un universo históricamente desprestigiado por las élites: la música popular.

Colombia Informa: Está recién llegado de África; cuéntenos su experiencia.

Mario Galeano: Fue un viaje que organizó la Embajada de Colombia en Nairobi, organizando una semana de actividades culturales y música de Colombia. El viaje estaba estipulado originalmente por cinco días pero finalmente me quedé tres semanas y media. Allí estuve con toques, con grabación con músicos de Nairobi, estuve en una escuela de música en Samsibar y Dar El Salam.

Fue una experiencia muy chévere para evidenciar los puentes que hay entre Colombia y África, relacionados con la música contemporánea. Quizás no exista país con una conexión más fuerte con África que el nuestro, eso se ve claro en la música de la Costa Atlántica con influencias en los 60’s, 70’s y 80’s, en lo que se hizo en países como Nigeria, Congo, Angola y por supuesto Kenia, donde tienen un estilo que se llama “venga” y que en la costa nuestra le dicen “rastrillo”. Nosotros, como americanos, tenemos todo un concepto de África muy amplio y desde que somos chiquitos nos hablan del aporte de los africanos. Allá no tenían ni idea de que eso fuera posible, no tienen ninguna noción de América Latina desde el punto de vista de la fibra social, por ejemplo, aunque algo de música les ha llegado, sobre todo durante los 50’s y 60’s desde Cuba.

C.I.: Me da la sensación de que pasa algo parecido con la propuesta suya como músico y con el Frente. ¿Siente que se les conoce y se les valora más afuera que dentro de Colombia?

M.G.: No lo siento así, lo que pasa es que la gente que le gusta las cosas que nosotros hacemos es un porcentaje pequeño en comparación a los grandes públicos, por decirlo así. Si nosotros hacemos un toque de Frente Cumbiero sé que van a caer de 200 a 300 personas, las que siempre han caído. Para nosotros es importante que esa escena, que es pequeña, se autosostenga, para que no tengamos que entrar en alianzas con los medios comerciales, con la televisión, o estar detrás tocando puertas con la gente de la radio para que podamos vivir de la música. Podemos tener nuestros proyectos y seguidores haciendo lo que nos gusta. Afortunadamente existe internet y hemos llegado a mucha gente de afuera. Eso lo vimos con Ondatrópica. Ha tenido más presencia “mainstream” en la radio comercial afuera en comparación a la presencia comercial en Colombia. Ondatrópica ha sonado en radios de muchos países, que no es el caso de Colombia, porque nos estaban pidiendo hacer “pagos de payola” y decidimos no hacer eso. Hoy estamos en la radio universitaria, en las radios públicas y en la radio por internet de las personas con proyectos.

Es como una escena alternativa, de números pequeños que por lo menos a nosotros, o a mí como Frente Cumbiero y a los proyectos amigos, que son varios en Bogotá, nos satisface mucho tener esa base de personas que nos acompaña. Si crece un poco está bien, pero como está ahora es bueno.

C.I.: Estos proyectos nacen desde lo popular, y por lo que dice, la cumbia no es hoy una propuesta musical en Colombia de gran público.

M.G.: Aquí se perdió por completo las ramas comerciales de la cumbia. Mira, desde finales de los 70’s, fue el vallenato el que entró a ocupar ese espacio comercial. Típicamente la gente que viene de afuera, con un ambiente cumbiambero fuerte llega acá y dice “Wow, ¿dónde puedo ir a ver las bandas?, ¿dónde puedo prender la radio?, ¿dónde puedo comprar los discos?”, y se van a encontrar que no existe eso. Se conserva solamente una rama más bien folklórica de la cumbia, que son las familias costeñas cantadoras, de las tamboras, la rama de la gaita y campesina, pero no hay experimentos como los hubo hasta los 70’s: meter guitarras eléctricas, órganos, baterías electrónicas, y todas las cosas que sí pasan afuera y que además se dan en un ambiente comercial, no de una élite pequeña.

C.I.: ¿Por qué sucede esto, aún con esa marcada influencia del ritmo en otros géneros, como la salsa, el porro o inclusive el vallenato?

M.G.: Nosotros estamos en Bogotá, y Bogotá es el centro político y económico del país que básicamente tiene un gobierno basado en lo que dejó el poder colonial. El poder colonialista y sus élites, desde muchos niveles, siempre pusieron a las músicas populares de las costas, de los campesinos, y la música popular en general, como algo de mala calidad, como algo inmoral, como algo mal interpretado con instrumentos mal fabricados, y toda esa cosa del mal gusto que muchas veces las élites han querido imprimirles a la cultura  popular. Hoy siento que eso es algo en lo que se ha tenido un cambio significativo en los últimos 25 o 30 años. Por ejemplo, en Bogotá, hay mucha gente que por el deber ser deberían ser rockeros, como lo éramos a finales de los 80’s o en los 90’s. Hay un cambio de discurso que se ha construido dentro de mi generación, una gran cantidad de gente que ha aportado para cambiar ese discurso, y por eso es que hemos logrado tener hoy una escena como la que hay, porque hay cambios. Hoy la gente de la ciudad vuelve a admirar esa propuesta musical distinta que venía del interior y de las regiones.

C.I.: ¿Además de tocar, componer y escuchar, coleccionas música de otras épocas?

M.G.: He estado muy atento a la investigación alrededor de los estilos. Junto con compañeros de la escena hemos participado en charlas y en foros, hecho “dj sets”, buscando discos, siempre muy preocupados por la salud de la cultura musical. Esto es importante decirlo: la cultura musical va más allá de la fiesta y tocar. Es lo que escuchas, es cómo escuchas y cómo te relacionas con tu entorno, la apreciación de lo que escuchas a tu alrededor; hemos dedicado mucho tiempo con el Frente a tratar de sintetizar una cultura musical más amplia. Todos mis proyectos están soportados en esa investigación y conexión, y eso es algo que está conectado fuertemente con lo que es la música popular como colombianos.

C.I.: ¿Cómo inicia con esa búsqueda de la salud musical?

M.G.: En mi caso, fue el Ensamble Vallenato Polifónico. Empecé a tocar a los 13 años, en el colegio, punk básicamente. Todo muy ruidoso. Copiando el estilo de las bandas punk de Medellín de finales de los 80’s. Terminamos con un grupo de amigos del colegio en la misma universidad estudiando música y nos reunimos alrededor del proyecto Ensamble, que no solo fue como tomar un machete y abrir un camino estético nuevo para nosotros, sino que fue también lograr una unidad de combo alrededor de la idea. Eso último creo que fue algo muy importante que sí hicimos desde el principio. No fue mi idea o la idea de aquél, sino que fue algo que salió colectivamente y hasta el día de hoy lo llevamos de esa forma. Todos participamos de los proyectos de todos. Ese es definitivamente el punto, fue una semilla, y se forjó como una comunidad alrededor.

Nosotros estábamos estudiando música en una universidad en la que solo se enseñaba clásica y jazz. Entonces, para nosotros, meternos con la música de Colombia era sacarnos la mierda que teníamos que comer y que no nos gustaba, y era meternos en un terreno peligroso dentro de la academia. Fue como todo un “statement” político de que estábamos en otra cosa, y desde ese momento en adelante todos los proyectos que hemos hecho han estado ligados a un tema colombianista y latinoamericanista.

C.I: ¿Cómo están los proyectos hoy: Frente Cumbiero, Los Pirañas y Ondatrópica?

M.G.: Parte de lo que grabé en África va para un nuevo disco del Frente. Con Los Pirañas tenemos un nuevo “7 pulgadas”, un EP de tres canciones que llegará en unas semanas; la idea es hacer el lanzamiento. Vamos a sacar 10 canciones digitales y cuatro en físico. Haremos una gira en Europa durante agosto y septiembre. Con Ondatrópica, que es lo que más nos ocupa, vamos a entrar a grabar un nuevo disco el 21 de junio. Estamos en un proceso de preproducción, moviendo la infraestructura de nuevo para poder levantar plata y hacer el disco. Grabaremos entre Bogotá y Providencia, la isla del Caribe, que tiene una cultura anglófona y es un punto interesante de contar.

Lo que queremos con ese disco es buscar esas conexiones macro del Caribe. En el primer disco de Ondatrópica el espíritu del grupo era mezclar gente de diferentes edades, regiones, diferentes estilos musicales y reunirlos en el estudio para hacer el experimento, que salió orgánico y bonito. Ahí juntamos a 45 músicos, patrocinado por el British Council. En esta segunda oportunidad ese patrocinio no lo tenemos, estamos buscando un “crowfunding” para hacer el nuevo disco. Durante un mes vamos a estar con esa campaña para que la gente pueda comprar el disco digital, en físico o el vinilo con el nombre en los créditos y afiches de Mateo Rivaro. Diferentes maneras en la que la gente nos puede colaborar. Dependemos de ese dinero porque vamos a invitar a unos 30 músicos para grabar tanto en Bogotá como en Providencia. Las tres cosas siempre van caminando juntas. Es la manera en la que podemos mantenernos viviendo en esto y haciendo lo que más nos gusta: música.