El gobernador de Missouri, Jay Nixon, anunció el lunes pasado que va a desplegar la Guardia Nacional hacia la zona de Ferguson para responder a las movilizaciones que se presentaron la última semana después del asesinato de un joven afrodescendiente por parte de la policía.

 

Michael Brown, de 18 años, estaba caminando en la calle junto a un amigo el pasado 9 de agosto en Missouri, Estados Unidos. La policía los detuvo y les ordenó subir al andén. La situación se salió de control y la policía empezó a dispararles, ambos tenían sus manos en el aire y  gritaron: “¡No dispare, no tenemos armas!». Pero el agente abrió fuego y mató a Michael. Según la autopsia, el policía Darren Wilson disparó sobre el joven en seis oportunidades, concretando dos tiros en su cabeza.

Después de la muerte de Brown, la comunidad de Ferguson (de mayoría afrodescendiente) reaccionó con movilizaciones y protestas exigiendo justicia y expresando su indignación por el asesinato de un joven libre de toda culpa.  Estas movilizaciones han sido enfrentadas con represión. El domingo 10 de agosto, después de una vigilia por la vida del joven asesinado, la comunidad marchó hacia la estación de la policía y los encontró con escudos, rifles, perros y máscaras de gas. Las tensiones subieron y la policía disparó hacia los manifestantes con gas y balas de goma, arrestando a 32 manifestantes. 

La confrontación continuó el lunes y martes cuando la comunidad volvió a las calles de Ferguson en horas de la noche. Para el miércoles la situación ya había empeorado. Se desplegaron tanquetas de guerra en las calles y la policía cerró avenidas principales impidiendo normalidad en la movilidad. También se agredió a la prensa, arrestando periodistas como Wesley Lowery del Washington Post y Ryan Reilly del Huffington Post. Los comunicadores también fueron víctimas del gas lacrimógeno y las balas de goma. A los periodistas de Al Jazeera America les rompieron sus luces y cámaras con las que cubrían este acontecimiento. Igualmente, en este despliegue policial, arrestaron el concejal de St. Louis, Antonio French.  

Después de una noche de calma, las tensiones subieron de nuevo. En la mañana del 16 de agosto el gobernador de Missouri declaró un “estado de emergencia” en Ferguson e impuso un toque de queda en la ciudad en un intento por controlar las movilizaciones. Sin embargo, el sábado y domingo por la noche la policía seguía asaltando a la gente y arrestando a quienes no respetaron el toque de queda. El lunes 18, el gobernador Nixon decidió incrementar aún más la militarización que ya estaba a un alto nivel. 

Estas noches violentas han dejado un número considerable de heridos, en su mayoría de las comunidades afrodescendientes que se han sentido agredidos y criminalizados por el hecho de exigir justicia. Hasta ahora, aunque el asesino de Brown, Darren Wilson, es conocido, todavía no ha sido arrestado y la policía rechaza la afirmación de que él sea culpable.

Cabe anotar que en la misma semana, el 5 de agosto, John Crawford, de 22 años de edad, fue asesinado por la policía cuando caminaba por la tienda Walmart, por tener una arma de juguete en su mano. El 11 de agosto, la policía de Los Ángeles detuvo a Ezell Ford, un joven de 25 años con una enfermedad mental. Cuando estaba en el piso agentes dispararon tres veces dejándolo sin vida. De la misma forma como se ha denunciado los casos anteriores, era un joven que no portaba ningún tipo de arma.

La brutalidad policial contra comunidades afro en EEUU no es algo nuevo, es un fenómeno que viene directamente de los sistemas de esclavitud de Jim Crow, los cuales controlaron y explotaron a la población afro con violencia y represión.  Este control y represión no ha parado y hoy se muestra con las detenciones masivas, la criminalización y la militarización con un componente racista.

En las últimas décadas, son numerosos los casos de brutalidad policial que han quedado impunes. Oscar Grant fue asesinado por un agente de la policía en Oakland, California, el 1 de enero de 2009 en una estación de transporte, sin armas, sin resistencia a la autoridad y estando acostado en el piso. Después de siete meses en la cárcel bajo el cargo “homicidio accidental,” hoy el agente que lo asesinó está libre. En septiembre de 2005 en Nueva Orleans, Louisiana, la policía mató a James Brisette, de 17 años, y a Ronald Madison, de 40 años con discapacidad cerebral. En otra ocasión, cuando todos escapaban de la inundación en la ciudad después del huracán Katrina, hirieron a cuatro personas. Hasta el año 2011, la policía mantenía el argumento de que disparan en defensa propia, pero en un juicio llevado a cabo en 2011, policías responsables de estos casos fueron culpados por varios cargos. No obstante, en 2013, el juez revirtió esta decisión y de nuevo están libres.

Esta vez, a nivel nacional hay una respuesta importante de los ciudadanos para que el asesino de Mike Brown pague por su crimen, teniendo aspectos transversales donde se enmarcan los sistemáticos ataques a las comunidades negras por parte de la policía. Se espera que ahora, a partir de la presión ciudadana, se haga justicia y que el sistema que perjudica, criminaliza, mata y niega la vida de las comunidades afro, tenga implicaciones a largo plazo para respetar la libertad dentro de sus territorios.