19 ene. CI.- En la fila del almuerzo, más de 800 personas esperábamos descubrir lo que había en las gigantes ollas que toda la mañana habían cocinado las delicias que nos alimentarían. Ya el humo se escapaba por el techo plástico puesto para la ocasión, trayendo consigo todos los olores de la comida preparada colectivamente. 

Seguíamos “echando chisme” en esa larga fila cuando pasamos al lado de un telón gigante que habíamos colgado en la cancha de San Lorenzo (Nariño), junto a todas las banderas de las asociaciones campesinas reunidas para la IV Asamblea del Coordinador Nacional Agrario -CNA-.

Fotografía en la que aparece Carlos Pedraza durante la IV Asamblea del CNA

Esa tela, como pasó con muchas otras personas, atrajo tu mirada. En ella, animales en negro y blanco ponían en escena la historia de estas tierras. Una hormiga, en el rincón más alto de los tres metros de dibujos, usa un caracol para anunciar que nos va a contar una historia a muchas voces: la colonización, la guerra de despojo,  el avión de Dincorp y Monsanto,  la explotación petrolera, y las terribles masacres cometidas por paramilitares, en su mayoría jóvenes pobres, llevados por la necesidad a entregar su vida a un proyecto de muerte. 

Pero abajo de todo hay un círculo subterráneo y en su centro un corazón llamado Pachakutiki, “la espiral del tiempo no lineal”. En ese espacio se cuentan  las muchas historias de rebeldía y de sembradores de vida. 

Historia de la hormiga y el Pachakutiki. Ver todas las imagenes.

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En lo que avanzaba la fila, fuimos planeando los talleres que íbamos a dar a partir de estas historias. Jóvenes y mayores podrían interpretar el mundo desde la anécdota, el cuento y la memoria; sumando sus historias a las que nos contaba la hormiga. 

En encuentros y eventos siguientes, fuimos llenando de sentido la propuesta, ligándola a un proyecto de comercializadora de productos campesinos en el cual varios jóvenes de Bogotá, se dedicaban a proponer cómo vender y promocionar el chocolate producido en Arauca. Hablamos de hacer un libro de recetas, porque te causó gracia que además de la bebida tradicional, nos hayamos puesto a hacer tortas y postres con estas pastillas de chocolate tan colombianas. 

Pero nunca asististe a los talleres, ni hicimos el libro, ni tampoco fuimos a bailar salsa, ni terminamos esa iniciada conversa sobre cómo los hombres se pueden transformar para luchar contra el Patriarcado. En esa conversa me dejaste claro que muchas mujeres, y una en particular, te habían abierto el corazón y la mente para dejar entrar un universo de posibilidades, de otras maneras de ser hombre. Maneras que rompieran con la dominación y la violencia contra las mujeres. 

Pero  hoy no puedo hablar contigo del  mundo a nuestros 36 años. No pudimos hacer estas cosas porque el 19 de enero del 2015, cuando ibas a una reunión de la comercializadora el ZIPA, te llevaron a varios kilómetros de Bogotá y, con una bala disparada a tu cabeza, acribillaron nuestros sueños. Te dejaron tirado en un potrero. Tenías 31 años.

A unos días de su asesinato, Medicina Legal determinó que el líder social Carlos Pedraza fue asesinado de un disparo en la nuca

La historia que sigue, la tuya, la de tu familia y la de tantas miles de personas en este rincón del mundo es conocida; la mentira, la impunidad, el engaño, la persecución y las amenazas que llevaron a tu mamá y a tu hermano al exilio. 

Hoy pienso en ti y en muchos hombres y mujeres que tenían tantos sueños de vida. Todas y todos buscaron mantener viva la esperanza de poder habitar el mundo de otra manera, de producir comida para alimentar, de cuidar la tierra que nos nutre el cuerpo y el alma, de organizarnos colectivamente en donde estamos viviendo sin necesidad de militarizar, de prohibir.

Pero estos sueños de vida siguen siendo peligrosos para quienes quieren controlarlo todo. Necesitan  aniquilarlos. Por eso entró esa bala en tu cráneo, por eso amenazaron a tu familia, por eso siguen creciendo las cifras de asesinatos de líderes sociales y llenándose las cárceles de luchadores y luchadoras sociales: para que no hagamos memoria, para que no vendamos chocolates, para que no nos transformemos para acabar con la injusticia y para que no vayamos a bailar salsa. 

“Quisieron enterrarnos pero no sabían que éramos semillas”, y por eso seguimos creciendo con nuestros dolores, entre ríos de llantos y fuegos de digna rabia.

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A cinco años de tu partida me pongo a soñar el mundo en el que estaríamos viviendo contigo, con tus sueños y con los miles de sueños de las almas acribilladas. Quiero conocer ese mundo y seguiré avanzando para que, aunque no lo pueda ver, algún día exista.  

Hoy se cumplen cinco años de impunidad del caso de Carlos Alberto Pedraza Salcedo y seguimos exigiendo justicia.

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