17 ene. CI.- En medio de una ciudad tan árida y convulsa como Medellín no es sencillo abrirse paso en el arte, en la cultura, en el deporte y en la gestión comunitaria. Los movimientos sociales sensibles a la protección de los derechos humanos, comprometidos con la dignidad y la Educación Popular sin ánimo de lucro y sin filiación política tradicional, son cada vez más escasos y generalmente están perseguidos por las fuerzas de la ciudad que se mueven entre la legalidad y la ilegalidad.

En una ladera entre Robledo Las Brisas y el Palmar de Robledo (al pie de un inmenso parqueadero y un área semi construida) se mantiene entre las casas uniformes un letrero que reza: “Con-Ciencia y Dignidad”. El radiante sol del poniente pega en la fachada de esa casa en la que Cristina y Sebastián se encuentran realizando manualidades para la época decembrina.

“Somos un grupo de jóvenes comprometidos con la labor social que requiere nuestra ciudad y nuestro país. Sobre todo en el contexto propio de cada región y cada barrio. Asimismo, en un contexto de paz como el que nos convoca hoy”, afirma Sebastián, quien ha hecho parte de la corporación desde su inicios.

Este grupo de muchachos, en su mayoría estudiantes de la Universidad de Antioquia, han adelantado diferentes proyectos como talleres de fotografía, cineforos y talleres formativos de agroecología y siembra. También han realizado dos huertas agroecológicas y un pre-universitario popular en el cual ofrecen de manera gratuita la posibilidad de conocer un poco más sobre los temas que plantea el examen de admisión (especialmente el de la Universidad de Antioquia y la Nacional) para jóvenes cuyas posibilidades económicas limitan el acceso a universidades privadas o el pago de un preuniversitario.

“Llevamos trabajando en los barrios de Medellín desde hace cuatro años aproximadamente y la autogestión ha sido el pilar fundamental. Desde hace dos años, logramos constituirnos legalmente como una entidad sin ánimo de lucro con el nombre de Corporación Con-Ciencia y Dignidad”, comenta Sebastián.

A finales del año pasado culminaron un proceso formativo en conjunto con la Secretaria de Seguridad y Convivencia sobre muralismo en mosaico. En este participaron niños, niñas y algunas madres del barrio. Allí la comunidad encontró otros lugares de interacción para generar lazos más amenos con sus vecinos, aprender a resolver problemas y fortalecer el diálogo pero, sobre todo, darle valor al trabajo colectivo.

Esta labor comunitaria no ha sido fácil. Es un proceso recíproco de adaptación de la comunidad hacia la Corporación y viceversa. Medellín es una ciudad con barrios colmados de grupos paramilitares que controlan cualquier tipo de actividad económica y social.

La Corporación ha realizado una labor pedagógica para dar a conocer su naturaleza y consolidarse como un eje que une, que crea sentido común y de pertenencia.

En este sector existían espacios públicos abandonados y subutilizados: un parqueadero que se convirtió paulatinamente en una cancha y en un sitio de entrenamiento físico y un espacio verde que ha servido como huerta comunitaria y lugar de siembra de nuevos árboles. En este  mismo lugar, que en algún momento estuvo atestado de basura, la comunidad contempla los atardeceres, eleva cometas y siembra sueños y esperanzas.

Con-Ciencia y Dignidad ha logrado subsistir al margen de las prebendas políticas y en medio de situaciones a veces favorables, a veces adversas. Es un ejemplo de que las utopías son posibles en una sociedad marcada por la violencia.

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