La realidad de los jóvenes del sur de Bogotá está llena de contradicciones. A continuación presentamos la historia de vida de uno de los protagonistas de los conflictos sociales que resultan alimentando la guerra armada en los territorios.

Por Felipe Chica Jiménez*. Aurelio de 17 años saca del bolsillo su Samsung Galaxi y muestra la foto de una pistola que, según él, le quitaron a un policía. “Nosotros no somos ladrones, somos artistas porque usted para quitarle, una pistola a alguien, unos aretes a una mujer sin que le lastime las orejas o quitarle una cadena a alguien sin que se dé cuenta, es de artistas ¿o no?”, afirmó Aurelio.

Él es un joven habitante de Ciudad Bolívar que, pese a su corta edad, ha empuñado armas de fuego para cuidar expendios de bazuco. Siempre habla en plural haciendo referencia al grupo de amigos que hace parte de una de las pandillas más grandes de esta localidad en el sur de Bogotá: La Warner.

Comenzó a robar desde los 12 años y las armas nunca han sido ajenas a su vista gracias a su padre, un exparamilitar del Huila que ahora se dedica a la venta de terrenos de invasión en las periferias de Bogotá. Aurelio ha pasado en varias ocasiones por el Sistema de Responsabilidad Penal Adolecente -Srpa-, por hurto en diversas modalidades. La última vez que según él se “estrelló contra la ley” fue por un homicidio en una fiesta y en el cual estuvo implicado. Dice que su padre tranzó un lote de invasión con un policía para que lo dejaran libre.

Jóvenes como Aurelio pasaron varias veces por El Redentor, institución correctiva de menores. Otros cayeron en su propio barrio, según él, a manos de la limpieza social. A “Drácula” y “Bamban”, por ejemplo, los mataron con tiros de nueve milímetros cerca a una sede de la policía. Los homicidas se movilizaban en una camioneta y una moto sin placas de alto cilindraje.

Un mes atrás Aurelio estaba fumando marihuana con un par de amigos de su mismo barrio cuando de un carro particular se bajaron 3 hombres con uniformes negros, encapuchados. Uno de ellos señaló con a los jóvenes. Ese día no pasó nada pero fue su primer encuentro con la limpieza; el segundo llegó con el homicidio de su hermano en el sector conocido como Arborizadora Alta: “Los mismos policías le advierten a la gente que tenga cuidado con la limpieza”, comentó.

Manuel era un joven de 21 años al que apodaban “vueltas bravas” porque tenía la habilidad de abrir ventanas, romper muros y jalar carros con facilidad. Lo asesinaron una noche en el barrio Arabia. Algunos testimonios hablan de al menos tres muertos cada fin de semana en vísperas de las elecciones a la Alcaldía de Bogotá.

Según el Centro de Estudio y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana, en el primer semestre del 2015 se presentaron 125 homicidios en Ciudad Bolívar frente a localidades como Chapinero en la que solo se han presentado 7 en el mismo periodo. 14 de esos homicidios ocurrieron en el barrio de Arborizadora Alta, 15 en Lucero, 14 en Paraíso, 17 en San Francisco, 11 en Vista hermosa, 11 en Santo Domingo, 11 en Perdomo y 10 en Candelaria. Arabia, La Joya, El recuerdo, Potosí y Cazucá son otros de los barrios más afectados en Ciudad Bolívar por la muerte violenta de jóvenes entre los 14 y los 26 años de edad.

Con la muerte de Drácula y Bambán el expendio de drogas en los barrios La María y La Estrella cambió de dueño. Ahora el monopolio está en manos de hombres desmovilizados de las Autodefensas Unidas de Colombia, advierten los habitantes del sector. Aurelio dice que amigos suyos recluidos en la cárcel La Picota han escuchado el rumor de que hombres al mando de Diego Fernando Murillo alias ‘Don Berna’ se apropiaron del negocio del microtráfico en las periferias de esta localidad.

Sin embargo, el manto de duda también recae sobre la autoridad pública. Testigos de algunos homicidios manifiestan la presencia previa de Policías Judiciales, integrantes de Seccional de Investigación Criminal –Sijin- en las escenas del crimen. Los panfletos que han aparecido en las últimas semanas en estos sectores tienen nombres específicos de jóvenes que, según Aurelio, son capturados repetitivamente por delitos menores.

Lo cierto es que la presencia de actores armados en esta localidad se cruza con una pobreza derivada en buena medida por el conflicto armado en tanto son más 28.813 desplazados los que residen allí en condiciones precarias de acuerdo con los informes de la Alta Consejería para los Derechos de las Víctimas, la Paz y la Reconciliación. 

Son muchos los jóvenes en esta localidad que viven en carne propia el conflicto armado y que hoy son reclutados para el control del microtráfico. Hoy Aurelio es beneficiario del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud -Idipron- a partir de la estrategia ‘Jóvenes en Paz’ que busca la integración social de esta población que ante el abandono hallan en la delincuencia una opción para sobrevivir. “Ahora en Jóvenes en Paz ya no me dan ganas de robar porque ya tengo muchos enemigos y quiero estar tranquilo”, aseguró.

La supuesta participación de agentes del Estado o de intereses sujetos a la disputa por el control del microtráfico deja abierta la pregunta: ¿quién está matando los jóvenes de Ciudad Bolívar? Es tal el grado de indiferencia frente a esta modalidad de violencia que ya muchos en el sector conciben la limpieza como un legítimo fenómeno de control socialmente aceptado. “Para la gente ya es normal enterarse de que cada fin de semana son 3 o 4 los jóvenes muertos acá, muchos hasta se alegran”, concluyó Aurelio.