8 abr, CI.- El Tribunal Permanente de los Pueblos sesionó en Colombia durante tres días del mes de marzo. Organizaciones sociales, políticas, indígenas, campesinas, afro, estudiantiles, LGBT, de mujeres, entre otras, presentaron informes acerca de la persecución y exterminio de la cual han sido víctimas por parte del Estado colombiano.

Los relatos fueron estremecedores. Torturas, violaciones, encarcelamientos, asesinatos y desapariciones son algunas de las prácticas genocidas que denunciaron las comunidades ante el Tribunal.

El padre Javier Giraldo, integrante del Centro de Investigación y Educación Popular -Cinep- y defensor de los Derechos Humanos desde hace décadas, estuvo presente durante los tres días en los que sesionó este espacio. Colombia Informa conversó con él acerca de las reflexiones que quedan. 

Colombia Informa: ¿Cuál considera que podría ser la importancia de que el Tribunal Permanente de los Pueblos -TPP- conozca los casos de exterminio en Colombia?

Javier Giraldo: Un tribunal como estos no es un tribunal penal, que pueda castigar, porque es un tribunal que viene de los pueblos, no de los Estados. Lo que hace es recoger y sistematizar toda esta sabiduría de los pueblos y ponerla en una declaración pública ante la comunidad internacional, ante la conciencia de las víctimas. Esto es importante para que las mismas víctimas tengan la fortaleza de continuar defendiendo sus derechos, sabiendo que todas las acusaciones que hace el Estado siempre de que “están por fuera de la ley”, que “son ilegales”, “delincuentes” o “criminales”, no tienen ningún fundamento.

La presencia del Tribunal puede contribuir a que las víctimas se sientan empoderadas y ser conscientes de que ellos están respaldados por el derecho más genuino de la humanidad y también por personalidades muy grandes que han analizado su situación y saben que son ellos los que tienen la razón.

CI: ¿Qué evidencia la defensa de oficio que presentó el Estado en la última sesión del TPP?

JG: La defensa de oficio hizo un recorrido por todas las formalidades y los tratados internacionales que el Estado ha suscrito en defensa de los Derechos Humanos, así como por las medidas que ha tomado en el marco de la legislación interna y demás. Precisamente eso es una muestra del carácter mismo de este Estado: es un Estado de papel, de ficción.

Todo lo que se leyó ahí son ficciones, cosas que nunca se aplican; tratados y leyes que se firman precisamente para ocultar las prácticas completamente contrarias a eso.

Es una especie de lavarse las manos al firmar algo que no se va a cumplir.

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CI: ¿Cuáles son algunas de las ideas que quedan luego de haber escuchado a los sectores sociales que presentaron su informe ante el TPP?

JG: Colombia siempre ha sido ese país terriblemente discriminatorio, excluyente, en el que las formas de violencia contra las minorías han sido aterradoras.

Recuerdo mucho el discurso de Camilo Torres cuando hablaba de las mayorías y las minorías. Toda su lucha, todas sus propuestas y movimiento lo enfocó precisamente en defender a las mayorías, porque estaba convencido de que todo en Colombia se decidía en favor de una ínfima minoría que era la minoría del poder, la que tenía el monopolio de la riqueza, del poder político, del Estado, y tomaba todas las decisiones pensando solo en su interés y contra el interés de las grandes mayorías.

Durante estos tres días se ha logrado poner sobre la mesa, de una manera muy concreta y muy dramática, la experiencia de una gran cantidad de movimientos, sectores sociales y organizaciones que se han comprometido en la defensa de la vida y que han sido sometidas al genocidio, a un exterminio muy cruel.

CI: ¿Por qué continuar defendendiendo la vida en Colombia?

JG: Colombia es un país y una sociedad en donde la vida no vale, o valen algunas vidas. Y donde la experiencia de muchas décadas, de toda mi vida, es que se trata de una sociedad terriblemente violenta, discriminatoria, excluyente. Donde la gran mayoría de los colombianos sufre exclusión y violencia.

Defender la vida en Colombia es como optar por algo imposible; pero yo creo que ahí es donde está la fe: en creer que lo imposible puede ser posible.

*Esta entrevista se hizo en colaboración con Chucho Minga, colectivo por la defensa de los Derechos Humanos y de la dignidad humana en el Valle de Aburrá.

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CI ND/ND/08/04/2021/17:00