10 abr, CI.- El pueblo Nasa ha logrado pervivir después de 20 años de la masacre del Naya, ocurrida el 10 de abril del año 2001. El resguardo Kite Kiwe en Timbío, Cauca, ha sido el refugio y el hogar en el que hoy la comunidad pone en práctica su plan de vida y continúa exigiendo la verdad y reparación frente a lo que ocurrió hace ya 20 años. 

La región del Naya está ubicada entre los departamentos del Valle del Cauca y Cauca. Entre las décadas del cincuenta y el sesenta llegaron los primeros pobladores, quienes huían de la violencia bipartidista. Para ese entonces, el Naya era mayoritariamente selva virgen, lo cual dificultaba su acceso que solo era posible luego de caminar durante tres días por la selva. 

“La entrada era a pie porque por ahí no pasaba ni la mula. El camino que habían abierto era por un filo (risco) y uno tenía que pisar muy bien porque sino se iba de ahí para abajo, o pisar raíz”, recuerda Rosalba, una mujer indígena del pueblo Nasa que llegó a ese territorio con apenas 5 años. 

Durante los años sesenta, antes de que llegara el cultivo de coca a la región, quienes habitaron el Naya comentan que esa tierra les proveía el alimento y el agua, el sustento económico. Hoy recuerdan con nostalgia cómo era su vida antes del 2001 . “Allá la tierra era muy buena, uno tumba el monte y le tira el maíz, yuca o plátano, le hacía una limpiada y cuando iba a ver ya estaban listos”, cuenta Rosalba. 

Entre las décadas del setenta y el ochenta todo cambió para las comunidades. “Comenzó a entrar mucha gente a sembrar coca y detrás de ellos entraron los grupos armados”, cuenta Arvey Narvaez, quien vivió en el Naya para esa época. “Ellos comenzaron a ejercer control y a cobrar por lo que se producía”, dice. 

La violencia de la que habían escapado ahora comenzaba a llegar al territorio. Las extorsiones y reclutamientos serían pan de cada día para los habitantes del Naya. 

“Mi papá compró una tierrita en el Naya, yo llegué allá en mi juventud, sembramos café y vivíamos de eso. Y entonces empezó a haber coca y a verse la guerrilla de las Farc junto con el reclutamiento forzado. Una vez nos cogieron a mí y mi hermano menor. Yo no me quise ir, entonces mi hermano dijo «para que no lo maten a él, yo me voy», y eso le costó la vida”, cuenta Emerson Chilgueso, quien actualmente es el Nehwexs (autoridad) cultural del resguardo Kite Kiwe.

Para el año 2000 llegaron los Paramilitares al Cauca bajo el nombre de Bloque Calima. Rápidamente se desplegaron por todo el departamento y, un año más tarde, fueron los autores de la masacre del Naya.

La masacre y el desarraigo

“Yo salí del Naya en el 2000. Para esa época ya uno escuchaba las amenazas por las noticias en un radiecito. Uno era muy niño, pero escuchaba a los adultos hablar que los paramilitares vienen, que los paramilitares vienen”, narra Leonilde Mestizo, quien para ese entonces tenía 13 años.

“Sea nuestro primo, el esposo o el vecino, pero para todas las familias alguien quedó allá en esa masacre”, expresa Lisinia, víctima de la masacre del Naya. En este hecho se registraron cerca de 30 asesinatos, pero la comunidad afirma que pudieron ser más de 100, ya que muchos de los cuerpos fueron arrojados por los paramilitares hacia los barrancos. 

Alias “El Cura”, ex cabecilla del Bloque Calima, expresó en las versiones libres que rindió ante la Fiscalía, que la razón por la cual se llevó a cabo la masacre en el Naya, fue porque los paramilitares querían debilitar a los grupos guerrilleros en esa región, pues, según su versión, representaba una fuente de financiación, refugio y corredor de tráfico para los mismos.

“El Cura” además aseguró que habían recibido información por parte de personas que desertaron de las Farc y de la misma fuerza pública para ingresar a la región, así como apoyo táctico del ejército al momento de la masacre.

Eladio Viveros, un reconocido transportador de la zona, había sido secuestrado por los paramilitares en el 2000. Cuando logró huir recurrió a Defensoría del Pueblo para advertir acerca de los planes que tendría este actor armado en conjunto con la fuerza pública. En varias ocasiones la Defensoría alertó al gobierno acerca de la tragedia que se avecinaba, sin embargo no se tomaron medidas al respecto.

Quienes vivieron en carne propia la masacre afirman que comenzó con una incursión del Ejército, a través de la cual hostigaron y amenazaron a la población para que les brindaran información sobre la ubicación de la guerrilla. Detrás de ellos, vendrían los paramilitares. La incursión tuvo una duración de tres días (entre el 10 y 13 de abril de 2001) en los cuales la población huyó hacia los municipios cercanos.

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Lisinia, quien presenció la masacre y cuyo esposo (el tesorero de la Junta de Acción Comunal de El Naya) fue asesinado en la masacre, afirma que a pesar de que ya han transcurrido dos décadas, aún no se tiene certeza sobre quiénes fueron los autores intelectuales. Además, dice que la afectación territorial que implicó esos asesinatos aún no se ha podido reparar, “puede ser que hoy en día el maíz no sea tan bonito, porque la afectación territorial es así, hasta que no haya una sanación integral de esa comunidad, el territorio tampoco va a estar bien”.

Los sobrevivientes llegaron a municipios como Jamundí, Timba y Santander de Quilichao. La mayoría se asentaron en la Plaza de Toros de este último municipio, lugar en el que estarían durante los próximos tres años. Allí crearon la Asociación de Campesinos Desplazados del Alto Naya -Asocadena-, una asociación de personas desplazadas para gestionar su reparación y reintegración. Sin embargo, Emerson, uno de sus integrantes expresa que “las instituciones estatales quisieron arrebatarnos nuestra dignidad, argumentándonos que como indígenas no íbamos a lograr nada, y forzándonos a que nos reconociéramos mejor como campesinos”. Así, nace la Asociación de Campesinos e Indígenas desplazados del Alto Naya -Asocaidena-, nombre bajo el cual construyeron un cabildo. 

Además de la escasez de alimentos y ropa, durante el tiempo en el que vivieron en la plaza fueron víctimas de estigmatización por parte de la fuerza pública. Fue en este espacio en el que la comunidad tuvo que tramitar su desarraigo, por lo que no es un periodo de tiempo del que tengan buenos recuerdos. 

El proceso para exigir la reubicación inició entre el 2001 y 2002 junto a una corporación de abogados de Bogotá. Se presentó una acción de tutela y en el 2004 la Corte falló a favor de la comunidad, ordenando que se les hiciera entrega de un terreno en el municipio de Timbío, Cauca. Este fue el comienzo de Kite Kiwe o Tierra Floreciente”, por su traducción al español.

Kite Kiwe: el renacer de la comunidad

Arvey, uno de los habitantes del resguardo, relata que cuando llegaron en el 2004 “no teníamos garantías de nuestra llegada, comenzando desde el tema del lugar dónde dormir, alimentación, el tema del agua. Esas fueron situaciones que a muchos nos impactó”. 

La ruptura del tejido que se había construido en el territorio anterior generó discusiones que terminaron por solucionar a través de la construcción de lo que hoy es su Plan de Vida, y orientados por el mayor Gerson Acosta, quien fue asesinado el 19 de abril de 2017. 

Frente a esto, el Consejo Regional Indígena del Cauca -CRIC- expresó que “existe una estrategia de sectores políticos y económicos de exterminar a los pueblos indígenas, de generar miedo y terror a través de amenazas, señalamientos y asesinatos selectivos contra nuestros líderes y autoridades indígenas que permanentemente están en su ejercicio de defender los derechos de los pueblos y la Madre Tierra”.

Gerson Acosta también fue defensor de Derechos Humanos y representante de las víctimas de la masacre del Naya. En honor a él, las fechas importantes se celebran los días 19, “cada 19 de marzo hacemos el intercambio de experiencias de mujeres, no es el 8 de marzo, sino el 19 en homenaje a nuestro mayor Gerson Acosta, queremos siempre recordar su memoria, que las futuras generaciones no olviden la historia”, cuenta Leonilde, una de las habitantes del resguardo.

Este hecho implicó una ruptura en el proceso que llevaba la comunidad, pues el miedo volvió a invadir a Kite Kiwe. Sin embargo, esto no impidió que se concretara el Plan de Vida que hoy se materializa en proyectos productivos como el costurero; “al 2017 nos presentamos en Çxhab Wala Kiwe con unas prendas que habíamos elaborado con las máquinas y fuimos avanzando. En ese mismo año presentamos una propuesta que tuvo como resultado la construcción de un salón donde en este momento está la maquinaria”, afirma Arvey. Actualmente su foco está principalmente en la costura de dotaciones para la Guardia Indígena y Çxhab Wala Kiwe como pañoletas, chalecos, entre otros.

No obstante, el principal ingreso económico de los kitwkiwenses es el café. Además, cultivan sus alimentos, tienen gallinas y, en algunos casos, ganado. La comunidad asegura que el aspecto económico es el más difícil, pues las opciones son muy limitadas y la mayoría se la rebuscan como pueden.

Kite Kiwe, el resguardo que es el resurgir de una comunidad, es su sueño de volver a vivir tranquila; es el sentir colectivo de cientos de personas que han resistido durante años y hoy viven en un territorio que poco a poco han construido en conjunto.

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CI AA/ND/10/04/2021/10:00