15 feb. CI. – Hace 50 años, Camilo Torres Restrepo, después de un recorrido por varias regiones del país, llevando su mensaje de amor y revolución, decidió ingresar a las filas del ELN convencido de que la única forma de establecer un país más justo para el pueblo era la lucha armada. Pero su revolución no comenzó en ese momento, desde su formación como sacerdote se dio cuenta de las brechas entre clases sociales que estructuraban a Colombia, del privilegio de las minorías sobre las mayorías obreras y campesinas, y de la urgencia de devolverle al pueblo una autonomía que le permitiera decidir, trabajar y construir como un Frente Unido.

Camilo, para la época, ya era un político reconocido por el pueblo. Su creciente popularidad se transformó en una amenaza para las élites que desde la década del cuarenta comenzaron a asustarse por la creciente organización obrera y la expansión del pensamiento comunista en el país. La solución fue la misma que se ha efectuado desde entonces: fuerte represión militar y mensajes reiterativos de miedo y condena a todo pensamiento de insatisfacción y protesta civil. Los medios de comunicación que servían al gobierno jugaron un papel fundamental en la transformación del rol de las guerrillas en un terror para el pueblo y una excusa para recrudecer la violencia de siempre. En palabras de Camilo:

“Es necesario entonces quitarles el poder a las minorías privilegiadas para dárselo a las mayorías pobres. Esto, si se hace rápidamente, es lo esencial de una revolución. La Revolución puede ser pacífica si las minorías no hacen resistencia violenta. La Revolución, por lo tanto, es la forma de lograr un gobierno que dé de comer al hambriento, que vista al desnudo, que enseñe al que no sabe, que cumpla con las obras de caridad, de amor al prójimo, no solamente en forma ocasional y transitoria, no solamente para unos pocos, sino para la mayoría de nuestros prójimos. Por eso la Revolución no solamente es permitida sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos”.

Además de sacerdote, Camilo fue un gran pensador colombiano, pionero de la Teología de la Liberación y cofundador de la primera Facultad de Sociología de Latinoamérica en la Universidad Nacional de Colombia. Fue militante del Ejército de Liberación Nacional – ELN– . Murió el 15 de febrero de 1966 en Patio Cemento, Santander, en combate entre el ELN y la Quinta Brigada del Ejército dirigida por el coronel Valencia Tovar.

Este suceso de confrontación llevó a Valencia Tovar, ya retirado como general, a escribir el libro El final de Camilo, en el que expuso su versión de los hechos respecto de la muerte del cura guerrillero. Según Valencia Tovar, el cadáver de Camilo fue ocultado por el Ejército y sepultado en un lugar secreto. Solo hasta enero de 2016 se inició el proceso de búsqueda y exhumación de los restos de Camilo Torres.

Hace 50 años murió Camilo, pero no su obra. Su pensamiento, quizá por la pertinencia con la que sus palabras describieron las verdades de este pueblo, sigue vigente, vivo. Capaz de crear consciencia y lucha a través del tiempo. Hoy, medio siglo después, Camilo vive y vivirá como parte de esa historia ya escrita y de esa historia que falta por escribir.

Al pueblo colombiano

“En aquellos momentos en los que la desesperación del pueblo ha llegado al extremo, la clase dirigente siempre ha encontrado una forma de engañar al pueblo, distraerlo, apaciguarlo con nuevas fórmulas que siempre paran en lo mismo: el sufrimiento para el pueblo y el bienestar para la casta privilegiada. Cuando el pueblo pedía un jefe y lo encontró en Jorge Eliécer Gaitán, la oligarquía lo mató. Cuando el pueblo pedía paz, la oligarquía sembró el país de violencia. Cuando el pueblo ya no resistía más violencia y organizó las guerrillas para tomarse el poder, la oligarquía inventó el golpe militar para que las guerrillas engañadas, se entregaran. Cuando el pueblo pedía democracia, se le volvió a engañar con un plebiscito y un Frente Nacional que le imponía la dictadura de la oligarquía.

Ahora el pueblo ya no creerá nunca más. El pueblo no cree en las elecciones. El pueblo sabe que las vías legales están agotadas. El pueblo sabe que no queda sino la vía armada. El pueblo está desesperado y resuelto a jugarse la vida, para que la próxima generación de colombianos no sea de esclavos. Para que los hijos de los que ahora quieren dar su vida, tengan educación, techo, comida, vestido y sobre todo DIGNIDAD. Para que los futuros colombianos puedan tener una patria propia, independiente del poderío norteamericano.

Todo revolucionario sincero tiene que reconocer la vía armada como la única que queda. Sin embargo, el pueblo espera que los jefes con su ejemplo y con su presencia den la voz de combate. Yo quiero decirle al pueblo colombiano que éste es el momento. Que no lo he traicionado. Que he recorrido las plazas de los pueblos y ciudades clamando por la unidad y la organización de la clase popular para la toma del poder. Que he pedido que nos entreguemos por estos objetivos hasta la muerte”. Fragmento “Proclama a los Colombianos”, Camilo Torres Restrepo.

https://www.youtube.com/watch?v=_rllf7Df10o

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